Simon se movía al ritmo de la canción de pop de fondo mientras empujaba el carrito de compras, haciendo reír a su hija cuando la miraba. Le encantaba que bailara con ella, los movimientos de su padre la hacían feliz.
La pequeña había cumplido cuatros meses ese día y Simon sentía que estaba enorme. No quería que su pequeña creciera, quería tenerla siempre en sus brazos.
— ¿De qué te ríes, eh? — dijo feliz, presionando su nariz de botón. La risa de la niña era preciosa, lo mantenía vivo.
Miró con atención la góndola, buscando una bolsa de pan para desayunar.
Miró al frente, notando entonces una figura que se le hizo conocida. Se acercó despacio, cuidando no chocarla con el carro.
Era ella, se veía pálida y con grandes ojeras. Un abrigo de paño negro grande estaba sobre sus hombros, alejándola del frío invernal.
— Hola... — murmuró despacio, viendo cómo la mujer se giraba y lo miraba a los ojos.
— Simon... — dijo, una sonrisa apareciendo en su rostro cuando vió a la niña en sus brazos. — Que grande está Amelia.
— Lo está. — dijo con una sonrisa, cuando la niña la reconoció se removió incómoda entre los brazos de su padre, estirando sus brazos rechonchos hacía la mujer. — ¿Me quieres abandonar? — preguntó divertido, haciendo reír a la mujer.
Ella se veía inquieta, apretando sus manos mientras miraba a la niña buscarla desesperada, intentando contraer sus instintos de tomarla en brazos.
Simon la miró. — ¿Quieres tomarla? Creo que si no la tomas me va a golpear en la cara.
— S-Si... Si, gracias. — murmuró, estirando sus manos hacia él. Tomó a la niña, viendo cómo la abrazaba al instante. — Mira que grande estás... Eres toda una princesa, eh.
La niña rió, tocando su cara con sus manitos babosas.
La mujer sonrió, sintiendo su pecho cálido después de meses.
— Ya tiene cuatro meses. — habló Simon, tomando un frasco de mermelada junto a la mujer. — Tenías razón cuando dijiste que iba a ser muy consentida.
— Se nota que lo es. — dijo divertida, tocando la nariz de la niña para hacerla reír. — Tiene una risa preciosa.
— Lo sé, me encanta hacerla reír y a ella le encanta reírse.
Su pecho se comprimió cuando vió como la mujer le daba un beso en la frente y ella la miraba con adoración.
Se preguntó si Elizabeth también iba a ser así de amorosa con su pequeña.— ¿Viniste sola? — preguntó, apoyándose sobre el carrito para descansar un poco su espalda.
— Si, solo venía a buscar mermelada y pan para comer algo rico. — dijo mirándolo. — ¿Tú?
— Estoy con Ammy. — dijo con una sonrisa. — Vine a hacer las compras del mes. Mira, ésta es la leche que ella toma. — murmuró, sacando una lata de fórmula para mostrársela.
— Oh, vaya... Esa es cara, es toda una consentida. — dijo. La niña paseaba sus ojos de su padre hacia la mujer divertida al escucharlos hablar.
— Lo mejor para mí princesa. ¿Quieres poner tus cosas en mí carrito? Necesito buscar algo de carne, si gustas acompañarme...
La mujer asintió, dejando un frasco de mermelada junto al que dejó el hombre. Buscó una bolsa de pan, dejándola también allí dentro. Caminó a su lado, siguiéndolo de cerca mientras jugaba con las manitos de la niña.
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with you | Ghost
RomanceCuando le dijeron que había perdido a su bebé no podía creerlo, se sentía destruida. Su instinto materno seguía a flor de piel, por eso cuando un hombre se acercó a ella con una bebé diciendo que no sabía que le sucedía no había dudado ni un segund...