• 10: I missed you.

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— Do-Donde están... — gruñó, intentando levantarse.

— ¡Simon, quédate quieto, por Dios! — gruñó Soap, intentando mantenerlo en la camilla junto a otros tres enfermeros.

— Dime en dónde e-están.

— Quédate tranquilo, me mandó un mensaje diciendo que están llegando, basta.

Simon se relajó un poco pero no apartó su vista de la puerta de aquel dormitorio.
Se había despertado después de casi morir y lo primero que había pensado era en su hija y en aquella mujer que aceleraba su corazón.

— Por fin... Tienes un puto disparo en el pecho, cabrón, quédate quieto. — lo regañó Alejandro, quién estaba sentado en la otra esquina, mezclando un spanglish que a Simon siempre le había parecido gracioso.

Iba a responderle burlándose de él cuando la puerta se abrió y las vió.

— Simon... — susurró ella, caminando hacia la camilla en la que estaba recostado con rapidez.

Le entregó a su hija viendo cómo al instante la abrazaba.
Pensó que ella sobraba, que no fomaba parte de ese abrazo, pero se sorprendió cuando una mano de Simon se coló por su nuca y la unió al abrazo.

— Las extrañé... — susurró, sintiendo sus ojos humedecerse. No le importaba que todos sus compañeros estuvieran viendo, para nada, solo necesitaba paz al saber que su bebé y su mejor amiga estaban bien.

— También te extrañamos... Nos asustaste mucho, tonto. — repreochó la mujer llorando también y el rió.

Su pecho estaba desnudo y se podía ver una venda en uno de sus pectorales, por lo que la mujer era muy cuidadosa, recostando todo su peso en sus brazos para no lastimarlo.

Se separó, acariciando con sus dedos la tela de aquella venda.

— ¿Qué te hicieron...? — suspiró triste.

Simon sonrió. — No fue nada, he aguantado cosas peores. Por ejemplo, cambiarle los pañales a esta monstruita. — dijo, presionando la nariz de la niña que rió encantada.

— Te extrañó mucho.

— También la extrañé. — dijo completamente enamorado de su bebé. Jugó con sus cabellos, viendo cómo mordía su chupete.

— Simon, ya cumplió diez meses, ¿sabes lo que significa? — preguntó alegre la mujer.

— ¿Que nos conocemos hace ocho meses? — preguntó curioso.

— Sí, pero no es eso, mira.

Despacio le quitó el chupete, y cuando la niña le sonrió a su padre Simon se sintió morir.

— Mí amor... Te salieron tus dientitos. — murmuró, observando la preciosa sonrisa de su nena. Tenía apenas sus cuatro primeros incisivos, pero se veía adorable ante sus ojos.
— ¿Le dolió mucho?

— No, casi nada. Estaban tardando en crecer pero por suerte no pareció molestarle de más. — dijo con una sonrisa, acariciando los cabellos rubios de la niña.

— También aprendiste a gatear, eh... Eres toda una diablilla. — dijo divertido.

Se había perdido muchas cosas en tan solo un mes, pero la mujer lo había mantenido al tanto de todo, y estaba increíblemente agradecido por eso.

— ¿Te dió problemas? — le preguntó a la mujer, que miraba con atención todas las cicatrices en su abdomen.

— Sabes que no. Es una niña muy inteligente y cariñosa, si gateaba era para darme un abrazo. Lo que sí tuve que hacer fue tener cuidado con lo que metia a su boca. Cómo le estaban saliendo sus dientitos quería morder todo para calmar la picazón en sus encías y a mí todo me daba miedo. — contó con un sonrisa, sintiendo como Simon tomaba una de sus manos.

with you | GhostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora