• 05: cutes.

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Cuando Simon la invitó a una parrillada en su casa con sus amigos para celebrar que Ammy estaba cumpliendo siete meses ella había aceptado sin dudar, pero ahora se miraba en el espejo y sentía su estómago doler.

No quería ir. Había aceptado cuando estaba un poco mejor, pero había recaído otra vez por culpa de su madre.

La mujer le había escrito, diciendole que se había enterado de que su "engendro" había muerto y que la felicitaba por eso.
Quería matarla por hablar así de su amado bebé, quería decirle que era una persona horrible y que esperaba que se pudiera en el infierno, pero simplemente la había bloqueado.

Su niño no era un engendro, era su más grande tesoro.
Aquel pequeño que había buscado tener sola ante la ausencia de una pareja estable por el simple hecho de tener alguien con quien compartir su vida a sus veintisiete años de edad.

Ya era primavera, por lo que el clima era cálido.
Toda su ropa le quedaba enorme. No sabía cuando había adelgazado, pero definitivamente todos los kilos que había subido por su bebé ya no estaban.

Negó.
Tal vez no era buena idea ir.

Se quitó su bolso, sintiendo las vibraciones de su celular en su bolsillo.

Lo tomó, viendo una llamada de Simon. Muy a su pesar atendió.

- ¿Hola? - susurró, escuchando algo de música en el fondo mientras se sentaba en su sofá.

- Hola, ¿falta mucho para que llegues? Ya están todos aquí y no quiero empezar a comer sin tí. Ammy te extraña.

Ella sonrió un poco, sintiendo su pecho apretarse por lo dulce que se escuchaba la voz del hombre.
Él era una persona hermosa, muy dulce. En tres meses había descubierto que era un muy buen amigo.

- No sé, Simon... No me siento muy bien hoy, lo siento.

- ¿Estás bien? ¿Es físico o... emocional?

- Emocional. No quiero arruinar la celebración, así que creo que es mejor no ir-

La llamada se había cortado. Suspiró. Tal vez era mejor así.

Se dejó caer en el sofá, abrazandose a sí misma. Estaba cada vez peor, cayendo en un pozo sin fondo del que era probable que nunca saliera.

Se perdió en sus pensamientos sin ser consciente del tiempo que había pasado hasta que escuchó unos golpes en su puerta.
Se levantó y caminó directo, abriéndola en un segundo.

Sintió unos brazos envolverla y el profundo aroma del hombre colarse por sus fosas nasales al instante.
Lo abrazó también, sintiendo como empezaba a llorar como una niña.
Siempre era sensible con Simon, él era capaz de hacerla liberar sus emociones en un segundo.

- ¿Qué pasó? ¿Por qué estás así? - susurró cuidadosamente, adentrandose con ella a la casa. - Me prometiste que no ibas a dejar que esos pensamientos te ganen otra vez...

- No-No fueron mis pensamientos esta vez... Fue mí madre, di-dijo que me felicitaba por haber matado a-a mí engendro, y-

Simon la apretó en sus brazos, acariciando su cabello con dulzura mientras miraba hacia arriba. No entendía por qué tenían que ser tan malos con ella.

Le pedía todas las noches a Elizabeth que la ayudara, que le diera un poco de paz mental y le hiciera entender que no había sido su culpa.

- No fue tu culpa, dulzura...

- Lo sé. - dijo por instinto, sin comprender en serio las palabras. Simon se separó un poco, tomándola con sus dedos por la barbilla, haciendo que la mire a sus profundos ojos azules.

with you | GhostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora