01

2.6K 148 726
                                    


Había un condón usado en el piso cerca de la cama.

Esto no sería particularmente digno de mención si no fuera por el hecho de que Thomas había estado ausente varias semanas y el preservativo definitivamente no le pertenecía.

Thomas miró fijamente al condón, sintiendo la bilis subir hasta su garganta. Su mirada se desplazó hacia la imagen de la mesita de noche, una foto de un día en el parque. Él y Katya parecían tan felices, su pequeño cuerpo parecía diminuto en sus brazos mientras la abrazaba por detrás.

Volvió a mirar el condón y se sintió mal del estómago.

Tras de él, Katya seguía parloteando distraídamente, diciendo lo feliz que estaba de que hubiera regresado a casa, de Suiza, antes de lo planeado.

Thomas siempre se había enorgullecido de nunca golpear una mujer. Era un tipo grande, con un trabajo peligroso, un temperamento excitable y puños a juego, pero nunca había golpeado a una mujer.

Nunca había estado tan tentado en su vida.

Y había pensado que esta semana no podría empeorar. Aparentemente no era suficiente que hubiera perdido su trabajo y la confianza del hombre al que había considerado un amigo. Descubrir que su novia había traído a otro hombre a su propia casa para follar, y engañarlo en su propia cama, no era otra cosa que la cereza arriba de todo ello.

—¿Quién es? —Se oyó decir a Thomas, con la voz llana.

El parloteo constante de Katya finalmente se detuvo.

—¿Qué?

Thomas se dio la vuelta y apuntó con el dedo hacia el condón.

—¿Quién es el sorete con el que me estás engañando?

Los enormes ojos azules de Katya se ensancharon. Sus labios temblaban.

—Tom, no es lo que...

—¿No es lo que parece? —gruñó Thomas—. ¿Estás jodiendo conmigo, Katya?

Ella se estremeció, alejándose de él.
No era una mala mentirosa. Demasiado malo para ella que Thomas fuera un ex agente federal y reconocía a la gente que mentía para ganarse la vida. Solía ser uno de ellos.

—¿Quién es? —preguntó. No sabía por qué de repente era tan importante. No, sabía por qué: él no creía que fuera capaz de golpear a una mujer, ni siquiera ahora, sin importar cuan mentirosa y puta-engañadora fuera. Con un hombre sería un asunto diferente. El cuerpo de Thomas picaba por una pelea, había estado ansioso por encontrar una salida para su frustración y rabia reprimida desde que Yanov lo había despedido de su cargo de jefe de seguridad. Si Thomas era honesto consigo mismo, necesitaba encontrar una salida para su ira desde que ese joven noruego, Yuu Tan, había conseguido tener al jefe de Thomas envuelto en su dedo meñique. Hasta el día de hoy, desconcertaba y disgustaba a Thomas cómo el pequeño chupapollas habría logrado engañar a un hombre como Yanov. Thomas nunca había pensado que Yanov fuera gay. Todavía estaba convencido de que Yanov no lo era. Todo era culpa de Yuu Tan: el mocoso tenía los labios más obscenos que jamás había visto. Incluso Thomas, un hombre completamente recto, no pudo evitar mirar un poco.

—No sé de qué estás hablando —dijo ella con voz llena de confusión.

—¿Quién es? —preguntó Thomas. Le dolía el pecho más de lo que le hubiera gustado admitir. Katya había sido su novia oficial por dos años. Era inteligente, divertida y hermosa. La había querido genuinamente, a veces incluso pensaba que la amaba. Habían tenido algo bueno entre ellos. O eso había pensado. Al parecer, Katya era de una opinión diferente si había caído en la polla de otro hombre en las pocas semanas que había estado fuera.

𝙈𝘼𝙇𝙑𝘼𝘿𝙊 ✩ TomTordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora