Esto no era una cita. Esto no era una cita. Esto no era una cita.Tal vez si Tord se repitiera esto con bastante frecuencia, las mariposas en su estómago finalmente se marcharían.
Esto no era una cita. Ellos estaban pasando el rato como amigos. Él y Thomas eran amigos. Esa era la única cosa que ellos podrían ser. No debía –no debería- complicarlo.
El mes pasado ya había sido lo suficientemente raro como era. Había estado plagado de “qué pasaría si”, sintiéndose fuera de equilibrio y frustrado consigo mismo. Incluso pasar la Navidad con su familia no lo había estabilizado. Afortunadamente, sus padres parecían ajenos.
Pero Tori no había sido tan fácil de engañar. Se había dado cuenta de su estado de ánimo inmediatamente después de su llegada, arrinconándolo en su habitación y obligándolo a derramar todo.
Le había contado todo.
Después de que Tord terminó de hablar, su hermana no rodó sus ojos o dijo “te lo dije”. En cambio, ella lo miró con cierta tristeza y dijo:
—¿Recuerdas la Navidad que pasamos en casa de tía Matilda?
Tord frunció el ceño.
—¿Vagamente? Yo tenía once o doce años, creo.
Tori asintió.
—Tía Matilda hizo que todos los niños pidieran un deseo de Navidad y lo escribieran en una hoja de papel. Tía Coco se suponía que era tu Santa Secreto, pero terminó pidiéndote hacer otro deseo. ¿Recuerdas cuál fue tu deseo original?
Tord buscó en su memoria pero estaba en blanco.
—Nope.
Su hermana sonrió, un poco divertida y muy triste.
—Querías un amor épico —Ella se rio en silencio—. Recuerdo burlarme de ti por ser tan niñita —Ella lo miró a los ojos—. Me gustaría que nunca hubieras conocido a Hellucard.
Tord tragó saliva y bajó la mirada hacia sus manos.
—No sé cómo eso es relevante —Cambió de tema y Tori lo permitió, pero antes que ella dejara su habitación, lo abrazó fuerte, de una forma en que no se habían abrazado en años, y dijo en voz baja:
—No permitas que un error del pasado o el miedo al futuro arruine tu vida. No lo dejes ganar —Y entonces ella se había ido, dejando a Tord con más preguntas y dudas.
Las cosas habían sido raras incluso en el trabajo. Se había acostumbrado a esconderse cada vez que se cruzaba con Boris. El italiano no pareció entender por qué no podían conectar de nuevo, y Tord no sabía cómo explicar lo que no entendía él mismo. Era un hombre joven, soltero, que amaba el sexo. No había ninguna razón para no tener sexo con Boris … o con alguien más. Entonces, ¿por qué infiernos no podía decirle que sí a Boris?
Porque se sentía tomado.
Era ridículo, esto estaba mal, existía únicamente en su cabeza, pero se sentía tomado. Si cerraba los ojos, casi podía sentir las manos de Thomas en sus caderas, la boca de Thomas en el interior de sus muslos, chupando una mordida de amor en su piel, marcándolo, su toque íntimo y exclusivo. Quería ser de Thomas … él, que siempre había rodado sus ojos ante el comportamiento posesivo y machista de mierda.
Era ridículo. No era de Thomas, y Thomas no era de él. La única cosa que ellos podrían tener era una amistad.
Tord lo repitió para sí mismo como un mantra cuando Thomas los llevó al Stamford Bridge. Él y Thomas en un espacio cerrado resultó ser una mala, mala idea. Tord se encontró chismorreando como un adolescente nervioso, tratando de no mirar a Thomas demasiado. Si alguien le preguntara de lo que estaban hablando, él no tendría ni idea.
