25

472 65 26
                                    


Un mes después

La puerta del centro de seguridad se abrió y cerró.

—El nuevo pasante está llorando —dijo Larry.

Thomas hizo un ruido evasivo, sin abrir los ojos.

—¿Por qué está llorando? —dijo Larry—. ¡Oh Thomas!

Thomas abrió los ojos y se encogió de hombros, sabiendo que lo volvería loco. Larry era un purista de las reglas, del tipo de hacer todo según el libro y nunca cuestionar las órdenes de Yanov. Innecesario decir que ellos en realidad nunca se habían llevado bien.

—No tiene aguante —dijo por fin, mirando el monitor de seguridad que mostraba al niño llorando fuera de la habitación—. Hoy no estoy de humor para cuidar de niños estúpidos.

Larry cruzó los brazos sobre su pecho.

—Nunca estás de humor desde que regresaste a trabajar. Uno pensaría que una segunda oportunidad te pondría de un humor agradable en vez de convertirte en un tirano. Es el cuarto empleado que has hecho llorar, solo en esta semana. Alguien va a quejarse. Ya no estamos en Rusia, Tom.

Él le dio una mirada poco expresiva.

—Si tienes problemas con mi comportamiento, puedes decírselo a Yanov.

Larry suspiró.

—No me malinterpretes, me alegro que estés de vuelta… yo estaba enfermo de hacer tu trabajo además del mío, pero necesitas tratar con lo que sea que te tenga queriendo morder a todos. Lo que esté mal contigo, arréglalo.

—No hay nada malo en mí.

Él sonrió.

—Eres un idiota, pero no eres tan idiota. Arréglalo, Tom.

Él se marchó y Thomas se dejó caer hacia atrás en su silla, pellizcándose el puente de la nariz.

¿Arréglalo?

Deseaba saber cómo.

Esto había durado más de un mes. Su mal humor empeoraba cada día, y constantemente tenía ganas de golpear a alguien. No había habido oportunidad de golpear a alguien, pero había estado intentando morder a sus subordinados y reducirlos al llanto. Para ponerlo claramente, se sentía como una mierda y lo sacaba sobre cada uno alrededor. Con la Navidad acercándose, casi todo el mundo estaba con espíritus festivos, y esto sólo destacaba cuan miserable bastardo estaba siendo. Si Tord lo viera ahora, lo llamaría matón y estaría absolutamente en lo cierto.

Thomas dejó escapar un suspiro, más allá de molesto consigo mismo. Había logrado no pensar en Tord por dos horas completas. Eso debía ser un nuevo récord. Si la cosa por Tord era una enfermedad, la falta de exposición a la causa definitivamente no estaba ayudando.

Para empeorar las cosas, sentía como si Tord estuviera de repente en todas partes: Thomas seguía viendo los anuncios publicitarios con Tord todo el maldito tiempo. Los odiaba, odiaba verlos, odiaba las miradas sensuales que Tord daba a la cámara… a otra gente. Los celos ácidos quemaban su interior cuando se preguntaba si Tord estaría con alguien más en este momento, si estaba sonriendo para ellos, si dejaba a otras personas tocarlo, besarlo, mirarlo dormir…

Thomas saltó a sus pies y comenzó a caminar por la habitación.

Lo que esté mal contigo, arréglalo.

La cosa graciosa era, que en realidad no había tenido intención de terminar las cosas con Tord. Había querido simplemente hablar con él… Tord era la única persona con la que se sintió remotamente cómodo como para hablar de su sexualidad… pero Tord lo había tomado de forma equivocada, interpretando la incomodidad de Thomas como el deseo de terminar las cosas. Después que Tord sugirió terminar su arreglo, viéndose tan jodidamente despreocupado, Thomas difícilmente podría decir que no quería terminarlo.

Tal vez debería haberlo dicho.

¿Y entonces qué? Tord claramente no quería nada permanente con él. Joder, si estuviera en los zapatos de Tord, él tampoco querría nada permanente consigo.

Thomas llegó a una pausa abrupta.

¿Quería él algo permanente con Tord?

Su corazón comenzó a latir más rápido. Pensó en ser capaz de llamar a Tord suyo, ser capaz de pasar tanto tiempo con Tord como quisiera, ser el único hombre en tocarlo, besarlo, joderlo. Le gustó la idea. Le gustó muchísimo.

Pero mientras que su corazón y su cuerpo estaban totalmente a bordo, él estaba un poco incómodo ante la idea de una relación con un hombre y dudaba de que fuera bueno para Tord.

Thomas suspiró. Bien, escuchar a su cerebro sólo lo había convertido en un jodido miserable.

Tal vez era momento de ser irracional e ir por lo que quería.

La pregunta era si podría convencer a Tord de que funcionarían juntos cuando no podía convencerse completamente ni a sí mismo.

Tord había dicho que podrían ser amigos.

En el momento, había desechado la idea como ridícula. Por primera vez, Thomas le dedicó algún pensamiento real. Si fueran amigos, no sería capaz de tocar, pero iba a ser capaz de ver a Tord, de mirarlo todo lo que quisiera. De esa forma no haría daño a Tord por jugar con él.

Tal vez ellos realmente estuvieran mejor como amigos.

Ahora, si tan sólo pudiera encontrar la forma de mantener sus anhelantes manos para sí mismo.

𝙈𝘼𝙇𝙑𝘼𝘿𝙊 ✩ TomTordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora