La ciudad natal de Tord resultó ser una pequeña ciudad costera. Una brisa fría sopló en la cara de Thomas mientras permanecía parado a unos pies de distancia de donde el fotógrafo había instalado su equipo. La playa cubierta de guijarros estaba abandonada por lo que Thomas podía ver, pero se mantuvo alerta, su mirada escaneando la playa y evitando concentrarse por demasiado tiempo en la sesión de fotos que estaba teniendo lugar a unos pies de distancia.Pero aun así no podía dejar de mirar.
Supo, por lo que había oído por casualidad, que esta parte de la sesión de fotos se suponía que tendría que capturar al hombre que Tord era ahora. Aparentemente requería aquellos pantalones ajustados, chaquetas Gucci, botas de terciopelo Saint Laurent, y humeantes miradas a la cámara. Thomas había tenido que morderse la lengua, porque todos esos trajes eran muy poco prácticos para el lugar en que estaban. No había dicho nada. Había llegado a la conclusión de que cuanto menos hablara con Tord, mejor. Se sentía como si cada vez que ellos hablaban -discutían- de algún modo terminaban invadiendo el espacio personal del otro, lo cual era algo que Thomas estaba determinado a evitar después de lo que pasó la noche anterior.
Presionó sus labios juntos y examinó a lo largo de la playa de nuevo.
No iba a pensar en lo que había sucedido. Si Thomas pudiera blanquear su cerebro, lo haría. Pero al menos era bueno en compartimentar. No iba a pasar el día pensando en cosas que no debería estar pensando… cosas que no deberían haber ocurrido. Era un profesional.
—Separa tus labios un poco, amor —dijo el fotógrafo, y la mirada de Thomas se fijó en el modelo de nuevo.
Tord estaba recostado sobre una gran roca, su largo y claro cabello barrido hacia atrás por la brisa, sus pálidos dedos tirando del cuello de su polera negra sobre su barbilla. El contraste entre su piel blanca como la nieve, cabello café claro, ojos plateados, tela oscura, y rojos, labios mordidos era increíble. Thomas no era ningún fotógrafo o artista, pero incluso él podía ver lo hermoso que... que la sesión era.
—Perfecto —dijo el fotógrafo—. Eres magnífico, amor.
Tord le sonrió.
—Eres un adulador, Joshua, pero no va a funcionar.
El fotógrafo rio.
—No puedes culpar a un tipo por tratar. Tal vez un día voy a agotar tu paciencia y estarás de acuerdo en ir a una cita conmigo.
Thomas se burló. ¿Y ese hombre era un profesional?
—Tal vez yo lo haría si no estuvieras felizmente casado —dijo Tord con un resoplido.
—Vamos, Lia y yo somos una pareja moderna, de mente abierta —dijo Joshua, sonriendo—. Ella pediría ver. Diablos, ella querría unirse a nosotros.
Tord negó con la cabeza, poniéndose de pie.
—Lo siento, pero sabes mis reglas, Josh: no me involucro con personas tomadas. Se vuelve muy complicado —Sus ojos plateados se posaron en Thomas—. Siempre pregunto si son solteros. A veces ellos mienten, pero no hay nada que pueda hacer al respecto.
Thomas frunció sus labios y miró hacia otro lado, por primera vez, realmente teniendo en cuenta que tal vez Tord realmente no supiera que Katya había estado en pareja.
—Muy bien, nuestro trabajo aquí está hecho. Debemos pasar a tu antigua escuela antes de que llueva —dijo Joshua, su tono volviendo a ser profesional después de haber sido rechazado.
Joshua, Tord, y el estilista charlaron amigablemente mientras se dirigían hacia la ciudad. Thomas los siguió en silencio, observando su entorno.
La ciudad era pequeña y pintoresca, el tipo de lugar donde todo el mundo conocía probablemente los negocios de todos los demás. Thomas miró a Tord y trató de imaginar estar fuera y orgulloso en una ciudad como esta.