Capítulo 24

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-¿Te puedes estar quieta?- Se rió Natalia por la situación.- Aprendiste bien en el corto, ¿eh?- La miró con una ceja alzada.

-No sé de qué me hablas.- La miró con cara de no haber roto un plato en su vida, con un par de sudaderas de la morena en la mano.

-Hablo de que cada vez que vuelvo a la maleta, está más vacía de lo que estaba antes de girarme.- Se acercó a la otra para coger sus sudaderas y devolverlas a la maleta.

-Jolines, Nat.- Se cruzó de brazos.- Que no quiero que te vayas.

-Ven aquí, anda.- Soltó una risilla, abriendo sus brazos y apretando a la rubia contra su cuerpo.

-Me caen mal tus padres.

-Un respeto a tus suegros, Reche.- Se rió Natalia, separándose de la otra para seguir con la maleta.- En cuanto acabe de ponerlo todo en la maleta y en las cajas te prometo que soy tuya toda enterita.

-Ya lo eres.- Sonrió con suficiencia.

-De eso tenemos que hablar, Albi.- Se mordió el labio nerviosa.

-¿Qué?- Musitó.

-¿Qué idea llevas tú con lo nuestro una vez me vaya?

-Seguir contigo.- Respondió con obviedad.- ¿Tú no quieres?

-No es eso, Albi...

-No me llames así.- Alzó una ceja, respirando algo agitada.

-Alba...- Se acercó a ella lentamente, haciendo el amago de coger sus manos y recibiendo por parte de la rubia que las retirara.

-¿Me estás dejando?

-Creo que es lo mejor, simplemente. No podríamos vernos casi.

-Pero yo no quiero no estar contigo.

-Ni yo tampoco, amor.- Cogió sus manos, acariciándolas.- Es lo que menos quiero.- Juntó su frente con la de la más bajita, soltando un largo suspiro.

-Pues no me dejes.

-Albi...

-¿Pero me dejas ya?

-En cuanto nos perdamos de vista.- Susurró.

-¿Y si vivimos haciendo videollamada?- Preguntó con una sonrisa inocente.- Así no nos perdemos de vista nunca y siempre somos novias.

-Madre mía.- Soltó un par de carcajadas.- Lo que te voy a echar de menos yo a ti.- La abrazó con fuerza de nuevo, llenando su mejilla de besos.

Tiempo después, una vez Natalia había terminado de hacerse la maleta y de guardarlo todo en cajas, salieron de la habitación para despedirse de la familia de la morena antes de irse a dar una vuelta por el barrio.

-¿Venís a comer?- Se asomó Mikel cuando ya habían abierto la puerta.

-No creo.- Respondió Alba sin darle tiempo a la otra.- Os la devuelvo después de cenar, ¿vale?

-Bueno, pero no muy tarde que mañana hay que madrugar.- Salió también María.

-Mujer, déjalas, si son jóvenes, aguantan.- Respondió Mikel, dedicándole una mirada cómplice a las dos chicas.- Ya dormirá en el avión.

-Gracias, Mikel.- Respondió Alba, cogiendo la mano de Natalia y tirando de ella.

Recorrieron las calles de Valencia sin un rumbo fijo. Hablaban de cualquier cosa sin importancia. Volvieron, por unas horas, a ser ellas sin pensar en que dentro de poco, dejarían aquello tan especial que tenían y que habían construido.

Confesiones de invierno.// AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora