14. Eres un corriente

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Mi visión era borrosa, y los colores parecían distorsionados, como si estuviera mirando a través de una ventana empañada

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Mi visión era borrosa, y los colores parecían distorsionados, como si estuviera mirando a través de una ventana empañada. Sentí una ráfaga de agua fría golpearme de nuevo, un chico seguía arrojándomela, y el líquido helado me arrancó un jadeo involuntario. Intenté esquivarla, pero mi cuerpo se sentía pesado, como si estuviera atrapado. Cada músculo dolía, un dolor sordo que se intensificaba con cada movimiento.

El agua fría goteaba por mi cara, trazando caminos helados por mi piel. Mi mente aún estaba atrapada entre el sueño y la realidad, cada intento de moverme era una lucha contra una resistencia invisible. Sentí náuseas, como si todo mi estómago se revolviera, y un mareo que amenazaba con arrastrarme de nuevo a la oscuridad.

—¿Estás bien? —La voz del profesor Víctor llegó a mis oídos amortiguada, como si estuviera bajo el agua. Asentí débilmente, aunque no estaba seguro de si mi cabeza realmente se había movido. Edén se acercó para ayudarme a levantarme, y la presión de sus manos en mis brazos era fuerte.

—Por esto no quiero enseñar al primer bloque, ¡por el señor! —La molestia en la voz del profe era evidente, incluso a través de mi aturdimiento—. Edén, llévalo a la enfermería, si vomita no te preocupes.

Quiero decir algo, pero ni siquiera puedo articular una palabra. El pelirrojo me ayuda a caminar. Estaría mejor si primero descansara; todo es un choque de eventos que marea. Cada paso hacia la enfermería era un tormento. Sentía como si mis piernas estuvieran hechas de gelatina, y el suelo bajo mis pies se movía de forma traicionera. El aire estaba cargado, cada respiración era un esfuerzo consciente para mantenerme despierto. Sentía como si el mundo a mi alrededor estuviera desenfocado, mis sentidos estaban embotados, pero al mismo tiempo, cada pequeña sensación se sentía amplificada, desde el roce de mi ropa mojada contra mi piel hasta el sonido distante de voces distantes.

Al llegar a la enfermería, me recuesta con ayuda de la mujer del lugar. Ella me observa con una mezcla de preocupación y concentración antes de posar su mano en mi frente y cerrar los ojos. Al instante, siento una presión en mi cuerpo, como si una corriente de energía suave y cálida estuviera fluyendo a través de mí. No es una sensación desagradable; al contrario, es reconfortante, familiar, como la conexión que sentí con Tajy.

—Tienes un desequilibrio de energía, ¿qué estaba haciendo? —pregunta la mujer con aretes largos—. ¿Me escuchas?

La presión empieza a disolver la tensión en mis músculos, y poco a poco, el dolor sordo que envolvía mi cuerpo comienza a desvanecerse. Es como si una energía cálida se extendiera desde su mano, envolviéndome y calmando mi mente. El mareo disminuye y la náusea se suaviza.

—Estábamos en clase de invocación —respondió Edén—. No lográbamos despertarlo, un aura lo rodeaba e impedía que lo toquemos, así que un compañero con herencia de curación intervino. Dijo que con echarle agua podía intervenir en el flujo de energía que invadía su cuerpo. La energía que emana de la mujer en la enfermería es serena y armoniosa, y aunque mi cuerpo aún se siente débil, puedo percibir cómo mi equilibrio empieza a restablecerse. Cada momento bajo su toque alivia un poco más el caos dentro de mí, y por primera vez desde que desperté, puedo respirar sin sentir que el mundo se desmorona a mi alrededor.

Marcados: Los secretos de la historiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora