(10 años atrás) Pérdidas y Ganancias

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LAURIE

Metí mis pertenencias en la maleta que utilicé para empacar mi ropa y libros cuando llegué a esta habitación.

El por qué lo estaba haciendo, era la misma razón que me impulsaba a meter mi equipaje sin orden y con apuro dentro de la maleta. Quería irme de aquí, huir, correr a los brazos de James, y quedar atrapada debajo de su cuerpo calentito y libre de tensión. Me urgía estar a su lado, ser su Laurie, su mujercita, su pedacito de cielo como a veces lo oía llamarme en sueños.

«¿Estoy convirtiéndome en una necesitada de atención?»

La verdad era que jamás había querido tener una relación formal tipo novela rosa con ningún hombre. Siempre fui la chica que se cuidaba sola, que estaba sola, que le gustaba estar sola, y que nadie perturbara su paz mental o sus planes personales con cualquier bobada que me implacara más tiempo del necesario.

Pero... ¿Por qué James? ¿Qué tenía él que lo hacía tan especial? La verdad era ésta: ¿quién sabe? Pero, ¿no se suponía que desconocer lo que amaba de James era lo que me mantenía tan cautivada?

¿Qué era el amor, de todas maneras? Nadie lo sabía con certeza. Leía a diferentes autoras de novelas rosas y eróticas escribir acerca del deseo y la obsesión de los hombres hacia las protagonistas fuertes e independientes de mis libros favoritos, pero lo cierto era que en ningún momento me sentí totalmente convencida del amor que se supone que se debe sentir entre líneas o en los diálogos que había entre los personajes principales.

Quizá..., así como en la perfección de un libro bien escrito con palabras únicas, en el amor resultaba igual, porque..., si comparaba una de mis novelas favoritas con otra, sabía que no podría decidir cuál de las dos era mejor, porque ambas tenían lo suyo a pesar de que eran tan diferentes.

James y yo éramos como esos libros que no sabías que necesitabas en tu estantería hasta que ya los encuentras conviviendo en una misma repisa: diferentes, separados, y a la vez, tan complementarios.

Nadie nos entendía aunque lo intentaran.

Estaba segura de que mi madre me diría algo como: «¡Eres demasiado joven, Laurie!», o, «¡Estás siendo una inconsciente!». Creo que por eso no le dije que iba a mudarme con mi novio a las semanas de haberlo conocido. ¡Ah!, y que ya no era mi novio, sino mi esposo. Gracias al cielo convencí a James de que no me comprara una sortija de compromiso o de casada; no quería darle explicaciones a nadie en el campus por mi nuevo accesorio en mi dedo anular izquierdo, o, peor aún, tener que ver una imagen de ese anillo en la portada de una revista cuando mis padres o mi hermano ni siquiera sabían que me había comprometido en primer lugar.

No podía hacerle eso a mi familia, o a mis amigas; bueno, las que aún eran mis amigas. Honestamente, Chloe y Holly nunca me cayeron bien y eran irrelevantes en mi vida. No negaré que me gustaba escucharlas hablar y eran fuentes jugosas de chismes, pero nada más. Amanda fue la única que se quedó conmigo y me apoyó en todo momento, y Susan, bueno, ella... no la había visto en días.

Estaba evitando a mi ex amiga por el modo en cómo terminaron las cosas la última vez que hablamos. Pensé que sería muy incómodo volver a vernos, así que decidí no intentar arreglar las cosas con ella. Tampoco es que me importara demasiado, la verdad. ¿Qué le iba a decir? ¿Por qué debería disculparme, si yo jamás le di ninguna señal o hice algo malo? Además, ella fue hostil conmigo las últimas semanas e incluso perdió la cabeza en cuanto supo que ya no era virgen.

Yo no era la que debería ofrecer una disculpa.

Suspiré, y dejé de pensar en Susan y en sus delirios. Mejor me concentré en sentir la emoción de comenzar una nueva vida al lado del hombre que amaba. Las puntas de mis dedos hirvieron, y mi cuerpo se electrificó de alegría.

¿Sexo o Amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora