𝗖𝗮𝗽 𝟭𝟳. El amado.

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Era un cobarde.

No había otra forma de definirme, más que cobarde. Yo que se suponía que me proclamé el protector de Gavi, era el que le hacía daño. Y era completamente consciente.

Durante los tres días que pasaron desde que me abrí frente a él (mínimamente) fui completamente consciente de todo. De como sus ojos brillaban al mirarme. De como temblaba del miedo cada vez que no podía contenerme y le besaba.

De como sus cejas se contorneaban cada vez que hablaba con Arizona... Por Dios, claro que me había dado cuenta.

Y era lo que más me dolía, no poder darle lo que se merecía, no poder entregarme completamente a él. Por el temor a que nuestro entorno nos hiciese más daño del que podemos hacernos el uno al otro.

La situación era complicada. Estábamos en un país desconocido, rodeados por una sociedad mundialmente tildada con prejuicios. La mayoría de nuestros compañeros no pasaban de ese título, compañeros. Y no teníamos a nuestras familias cerca.

Gavi siempre había sido un chico sensible, lo tenía más que claro, aunque él se esforzase por esconderlo. Y yo sentía como si le estuviese traicionando, al mirarle como si le quisiese.

Y sin atreverme a decirle que lo hacía. Porque no me malentendaís, no era tan complicado darse cuenta de cuando te gusta alguien.

El día que Gavi lloró sobre mi pecho como un niño pequeño, cuando acordamos ser nada pero algo a la vez, supe que tenía que tener mucho cuidado con lo que hacía. Pero eso no me echó para atrás, quería seguir adelante, porque me encantó esa sensación de pertenencia cuando lo tenía entre los brazos.

Admito que nunca antes pensé en Gavi como en algo más que un amigo, al menos no hasta que él se atrevió a besarme y tirar abajo mi ordenada biblioteca de sentimientos. Puede que incluso desde antes, cuando Ansu me metió miedo en el cuerpo e intenté engañarme a mí mismo con Arizona.

Y por unos momentos había funcionado. Arizona era guapa y divertida, además tenía un carácter engatusador que había conseguido conquistarme. Aunque su bonito pelo dorado y ojos azules también habían tenido algo que ver en el asunto.

Por desgracia para mí, cada vez que miraba a Gavi a los ojos solo podía pensar en lo superiormente preciosos que eran a los de Ari. Inmensos ojos tristones de pestañas espesas y esa oscuridad en sus irises que me consumía. La situación era jodida.

Yo era un cabrón, porque incluso después de haber besado a Gavi en la fiesta seguía buscando ese contacto con Arizona, supongo que guiado por mi instinto de supervivencia. Y había sido lo mismo durante la semana entera. Cada vez que me escapaba para pasar tiempo con Ari la veía y no podía negar la atracción física que sentía por ella. Entonces mi mente maquinaba y maquinaba y no podía dejar de pensar "no soy gay".

Pero en eso se quedaba, en atracción física. Luego, por las noches, volvía a la habitación y veía a Gavi en la cama con el móvil, subía al colchón y gateaba hasta su lado para abrazarme a él y ya no era un "no soy gay" era un "eres todo lo que quiero".

Y él se dormía, y yo me quedaba despierto, escuchando el latir nervioso de mi propio corazón, corazón asustado.

Porque claro, a la prensa le encantaban los romances enredados, como lo podría ser el de Arizona y yo. Por encima de todo, los romances heterosexuales, que no ofendían a nadie. "El futbolista español Pedri conquistado por su fisioterapeuta" la exclusiva perfecta, sin quejas como las que podría recibir el titular "Sale a la luz el romance entre dos futbolistas de la selección española" y claro que añadirían después alguna coletilla con indole sexual como "Ya sabemos el por qué les hacen dormir separados", así, para echar más leña al fuego.

Andromeda || Gavi & PedriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora