Capítulo: 6 parte 1 [ Bezudo

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Aquel osezno el cual había olvidado el gran mar de incertidumbre y desespero que estaba viviendo antes de encontrarse en el acompañamiento de cierto mago, volvió a su cercania en el momento en que aquella alarma resonó por esas tierras. El terror que recorrió por cada rincón de su cuerpo despertó una corriente en su cerebro, pánico que hacía muchos años atrás no se presentaba. Volver a atravesar la perdida de alguien importante para él, no podría más con ello. Debía correr, correr a los brazos de su padre y no volver a soltarle nunca más, Juan tenía razón, lo reconocía estaba actuando como un inmaduro, irracional y caprichoso. La angustia le consumía, estaba preocupado por su padre, también la culpa le acompañaba, disfruto de la compañía de Juan, le ayudo y lo hizo entrar en razón pero ahora se sentía mal, tenía que haberse quedado con Rubius y no huir de allí, ahora solo le quedaba una vida, ¿Y si moría ahora?, ¿Y Io volvía a perder?. Transpiraciones continuas le estaban agobiando en ese momento, sentía que no podía respirar más, su pecho latía intensamente, sus manos temblaban se volvía frágil como un pequeño capullo. — Tengo...tengo que ir por él.— soltó a duras penas, alejando a su acompañante, levantándose de la cama. — ¿Estás seguro? Es de noche. Es peligroso— el mago menciono con preocupación. — No me pasará nada. Al él si, debo ir.— Juan asintió a su petición. — Ten cuidado...— Spreen salió de la casa de el hechicero, su desespero se reflejaba en su andar, al igual que la angustia latente en la terminal de sus movimientos, parte de su persona sabía que no podría soportar más el control de sus instintos, aquel acontecimiento permitió el descontrol de la poca voluntad que le quedaba al híbrido, sus súplicas por mantenerse en sintonía con su alma le recriminaban ayuda.

Pasos apresurados, un cuerpo sudoroso, un largo tramo por recorrer y pensamientos intrusivos atacando cada lucero de buena esperanza, así se encontraba el pobre osezno ahora, era como si todas sus pesadillas se sincronizarán en un escenario de mala muerte, parecía que su parte animal le susurrara al oído todas aquellas experiencias de aparición, deseosa por al fin presentarse, suplicante de una oportunidad, Iván sentenciaba que, no podría lograrlo, necesitaba llegar a su padre, arreglar las cosas, pedirle perdón y abrazarle como nunca lo había echo antes, las lágrimas ya tardaban en hacerle compañía. Un escenario doloroso, conmovedor para cualquier alma dolida. Spreen temia por no llegar a tiempo, el terror creciente de que su padre perdiese una vida antes de poder abrazarlo, no quería, no podía, no podía soportar verlo partirse una vez más, tenía que apresurarse más, sabía que, si se convertía llegaría en menor tiempo, pero corría el riesgo de no poder volver a ser el mismo, era un precio alto el cual dudaba en estar dispuesto a pagar, pero no contaba con muchas más opciones también estaba la parte que por dentro agonizaba, la cual era su voluntad, los pensamientos continuos de fracaso y culpabilidad y el enorme río de resentimiento, todo estaba envuelto en aguas turbulentas, su cabeza no lo soportaba más, convertirse o no ya no era una opción, era un hecho que pasaría si no lograba encontrar control en si mismo.

Llevaba más de quince minutos de caminata, su cabeza parecía una sala de debate sin organización, cientos de voces gritándose entre si, no lo soportaba más, su cuerpo tampoco lograba tolerar el cambio, sus garras ya estaban presentes en cada filo de sus dedos, su cuello latía de dolor, si sucedía, sería la primera vez se convertiría completamente, las voces en su cabeza acompañadas de ecos tortuosos se unían en un unisono. —¡¡Dejamé'!!— un grito sordo. Iván caía al suelo, de rodillas rogante, la primera transformación era dolorosa y agonizante cuando se trataba de un descontrol, el dolor agudo en cada termino de cada musculatura. Gotas y gotas de sudoración caían de su tes por las finas terminaciones de su mandíbula, bramidos de aflicción interminables, cada segundo resultaba una tortuosa experiencia de agonía, el híbrido se convertía en bestia, aquel ser doblaba su tamaño inicial, el pelaje denso y rugoso, dos fanales de un pequeño tamaño, obscuros casi negruzcos, dentinas afiladas, una total bestia, inexpresiva, mortífera. Un enorme oso, de pelaje tirando a azabache, pequeñas orejas asomándose en a los hemisferios opuestos de su cabeza, caracterizado por la tonalidad blanquecina en ambas.

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