24. Sensatez y celos

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El elegante salón estaba totalmente lleno de gente elegante, todos bailando alegremente, a excepción de la joven rubia, podía sentir su corazón rompiéndose en pequeños pedazos.

- ¿No me das la mano?

El rubio con cabeza de balón la miró nervioso, no tenía salida, estaba expuesto.

- ¿Cómo está, señorita? - Sólo pudo decir eso.

- ¿Qué es lo que pasa? - Preguntó nuevamente la chica de ojos azules y moño rosa, tratando de entender al chico que supuestamente la amaba. - ¿Por qué no has venido a verme? ¿No estabas aquí? ¿No has recibido mis cartas?

- Tuve el placer de recibir la información que me envió. - Dijo totalmente frío. Él no era el chico con el que ella había salido.

- Por el amor de Dios, dime qué te pasa.

- Gracias. Estoy muy agradecido. Disculpe, debo volver a unirme a mi grupo.

Los ojos de la joven se cristalizaron, el rubio se alejó rápidamente, uniéndose a otros jóvenes en la fiesta, a quienes nunca había visto y que se veían mucho mejor vestidos que ella. La chica nunca se había sentido tan pequeña como en ese momento.

- Ve con él, hermana. Oblígalo a venir a mí.

Su hermana mayor la miró con tristeza, sabía lo que se sentía sufrir por amor.

-¿Los conoces? - Le preguntó su nueva novia aparentemente nueva, mirándola con desprecio y hasta disgusto.

- En realidad no, no te preocupes.

Ella suspiró profundamente, mientras sus hermosos ojos azules miraban hacia el cabeza de balón, él abrazó a su chica y su hermana estiró el brazo para liberarla de la cruel escena. Todo entre ellos había terminado.

-Perfecto Arnold, Helga, Sheena y Rhonda.- Dijo el Señor Simmons, cortando toda la atmósfera mágica del ensayo. - ¡Por fin me decidí! Rhonda, serás una excelente señorita Gray.

- ¡Excelente! Me encanta su estilo.

- ¡Sheena, felicidades! Serás Elinor y tú Eugene, nuestro querido Edward Ferrars.

- ¡Gracias, señor Simmons! ¡Es tan guapo y valiente! Estaré practicando mucho y...

- Sí, sí, felicidades señor mala suerte. Si terminamos con este estúpido acto, ¿puedo dejar el edificio?

- Helga... para serte sincero... no estás supliendo a nadie.

- ¿De qué habla Simmons y por qué siento que no me gustará?

- Porque... Felicidades Helga, fuiste una perfecta Julieta en el pasado y ahora serás una excelente Marianne.

- ¿¿Qué?? ¡Criminal! ¡No quiero participar en esta estupidez!

- Oh, por favor, Helga... ¡Me interesa tu talento y lo necesito! – El profesor casi se arrodilló, tratando de llamar un poco la compasión de su alumna.

- "Vamos Hel, tal vez termine siendo tu coronel..."- le susurró Arnold, el rostro de su novia se iluminó y ella trató de disimular su repentino entusiasmo.

- ¡Maldita sea Simmons, es tu día de suerte, lo haré!

- Genial... Ahora Arnold, ¡también tengo un papel para ti!

- ¡Lo haré, señor Simmons!

Arnold cerró los ojos completamente feliz. Se imaginó vestido como un galante caballero, tomado de los brazos de Helga, caracterizada como su dulce Marianne, ambos se miraron a los ojos hasta que su maestro lo devolvió a la realidad de repente.

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