Y pensando largamente en él,
un soberano sopor se apoderó de mi ser...—Soy tu Señor, he aquí tu maestro, mira mi corazón.
Entre su piel dolorida, y sus huesos quebrantados, divisé su carne magullada y palpitante, por mil saetas traspasada, gimiendo al ritmo de sus amargos latidos; contemplé su agonizante amor, y supe que todos mis pecados serían recordados, de sus lamentos fui hallado culpable, y de la flor marchita en que su alma se convirtió, tuve la certeza de ser el autor; cuál fulgor de tétrico relámpago, mi alma, se vió traspasada por su dolor.
De terrible holocausto, comprendí que era el hacedor, amarguísimas lágrimas, lúgubre manantial, brotaron de la fuente de mi extinta alegría.
—He aquí las primicias de mi amor, el pago por tu transgresión. Alarga tu mano y come, pues sólo así conocerá descanso mi alma y reposo mí espíritu.
Entre mis manos ví contados los días de su vida, y humildemente, con solemne penar, consumí hasta saciarme, el sangrante pan de mi aflicción.
—Mil vidas he aguardado, tan sólo para verte. Desde el alba de los tiempos, no he soñado más que con amarte. Más por tus obras, hoy desciendo a las tinieblas, al frío abrigo de la muerte.
Qué sabor tendrá la vida,
sin los besos de mi amor?Éste, su corazón ardiente,
dará acaso algún consuelo a mí dolor?
__
Éste relato en prosa, tiene dos interpretaciones, la influencia del cristianismo tradicional es más que evidente.
Cuántos han leído éstas líneas, sin conocer la historia detrás de ella, lo asocian inmediatamente a un encuentro sobrenatural con el Señor. Mí confesor afirmó que sería ideal leerlo para meditar en la muerte de Cristo, tras leer la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según San Juan, al atardecer del Viernes Santo.
Aunque me enamoré perdidamente de la perspectiva descrita en el párrafo anterior, he de admitir que realmente lo escribí con otro fin, una descripción de sus sentimientos cuándo finalmente lo puse en su lugar, días después de terminarle.
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Delirios de un Difunto Corazón
Poetry¿Y qué queda para nosotros, tristes héroes sin epopeya, que aún en éste siglo maldito, tenemos la osadía, de elegir amar sin medida? Corazones rotos, lágrimas muertas, vacío, soledad... ¿pero, no es de difuntos corazones que manan las más hermosas l...