❛ Rhaella Targaryen, la hermana de "la reina que nunca fue", jamás tuvo esa presión de la realeza sobre sus hombros, desde pequeña su unica certeza había sido pasar su tiempo volando y surcando los cielos, batallar para defender a su gente. Pero ya...
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Meses después...
—¡Princesa, resista un poco más!—La voz de la matrona apenas sonó alrededor de aquella habitación, ya que había otros gritos que se podían oír incluso fuera de la torre.
Los pulmones de Rhaella si que eran fuertes. Desde que era pequeña se había imaginado a sí misma batallando en el lomo de Myrgor, pero por el contrario estaba luchando contra un dolor impresionante mientras se sostenía del respaldo de un pequeño sillón porque en cortos instantes un niño saldría por su vagina, que maravilla.
—¡ESTOY... RESISTIENDO!—Volvió a vociferar mientras apretaba la mano de otra de sus doncellas.
Rodrik estaba sentado a un lado, casi más que nervioso que la Targaryen, pero apenas podía mirar la escena pues estaba casi seguro de sentir el dolor de la joven a través de sus gritos doloridos.
—Ya ha dilatado por completo, alcanzame las mantas de allí. —Pidió la partera a Amina, quien había seguido a su princesa hasta Winterfell. La joven se los alcanzó y cambió de lugar con una de sus compañeras para tomar la mano de Rhaella.
La de cabellos blancos apenas podía pensar en otra cosa que en lo terrible, impresionante y agonizante que era el dolor, ahora entendía cuando Aemma gritó de tal forma cuando aún intentaba dar a luz al difunto Baelon.
—Tiene que recostarse, princesa. —Le pidió la dama. —Por aquí. —Indicó mientras la ayudaba a colocarse sobre una cama bastante pequeña y dura, parecía de madera pero estaba recubierta con colchas. Rhaella se tumbó de forma lenta. La partera se colocó a sus espaldas mientras las otras damas le abrían las piernas para después flexionarlas, mientras Amina mojaba un paño para pasarlo por la frente de la princesa.
Inhaló y exhaló despacio como le había enseñado la partera, y el dolor se hizo más intenso cuando la mujer tocó su vientre para asegurarse de que el niño estuviese en la posición correcta.
