❛ Rhaella Targaryen, la hermana de "la reina que nunca fue", jamás tuvo esa presión de la realeza sobre sus hombros, desde pequeña su unica certeza había sido pasar su tiempo volando y surcando los cielos, batallar para defender a su gente. Pero ya...
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❝ 𝐃𝐫𝐚𝐠𝐨𝐧𝐬𝐭𝐨𝐧𝐞 ❞
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Cuando el cielo comenzó a oscurecerse la Targaryen caminaba por los pasillos con menos dolor entre las piernas pues se había dado un largo baño que relajó todos sus músculos. Ahora su cabello brillaba más y los rizos le llegaban hasta los omóplatos, el frío de Winterfell no lo había arruinado para su suerte. Lo llamativo fue la posición de sus brazos cubriendose el pecho húmedo a causa de la leche materna que se había revelado.
Dobló para poder meterse en los aposentos familiares, Laenora jugaba con lo que parecía una araña y junto a ella otra silueta de cabellos blancos le hablaba: Helaena.
—El dragón de tres cabezas y cinco ojos se ha despertado. —Afirmó Laenora.
Era como si estuviesen teniendo una conversación a pesar de tratarse de una serie de palabras sin sentido, a Rhaella se le erizó los vellos pero no supo por cual de todas las afirmaciones.
—Madre. —Saludó Laenora viendo que la jinete se habia quedado estática en su lugar.
—Hola, amor. —Devolvió el saludo y dirigió su mirada a su sobrina que también parecia querer mirarla. —Princesa Helaena.
—Princesa Rhaella... —No hizo contacto visual pero una pequeña sonrisa asomó por sus labios.
—¿No deberían estar en sus camas a estas horas?— Comentó la jinete de Myrgor.
—Helaena me estaba mostrando su colección... ¿podemos quedarnos unos minutos más?— Preguntó Laenora.
Luego de fingir pensarselo asintió y se inclinó para darle un beso en la frente a su hija menor. Y se metió en sus aposentos matrimoniales.
