Capítulo 4.

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Al día siguiente, desayunaron y se pusieron en marcha. El alimento y el agua les durarían varias semanas así que no tenían que preocuparse por detenerse a reabastecer por ahora. 

Mientras manejaba, Lalo vio un embotellamiento de autos abandonados justo frente a ellos.

-¡Carajo!

Volteo hacia atrás. Estaban ya en Arkansas pero si regresaban podían llegar a la entrada al estado de Oklahoma, aunque eso los desviara mucho de su ruta. También podía irse por otro camino, que daba hacia una ciudad cercana, y no perderían tanto tiempo. Después de mucho pensarlo, optó por la primera opción.

-¿Por qué no fuimos hacia la ciudad?

-No me da confianza. Todavía podría haber gente por ahí.

-¿Eso no es bueno?

-Para ellos, no para nosotros que queremos sobrevivir. No olvides dos cosas: la mayoría de las personas pasarán por encima de ti para conseguir sus metas, no puedes confiar en nadie de buenas a primeras. Y la segunda, siempre toma el camino largo. Es más cansado, es más sufrido, pero es el que siempre te dará mejores resultados al final.

-Muy bien.

Condujeron varias horas y tuvieron que recargar una vez. Llegaron hasta Oklahoma al anochecer. Sarah durmió un poco y hasta Lalo empezaba a cabecear cuando de pronto:

-No... por favor... ¡no!... ¡PAPÁ!

Se despertó sudando y gritando.

-¡Sarah! ¡Estás bien!

-Yo... yo estaba... mi papá...

-Tranquila, linda, fue sólo un sueño. Estás bien, estamos bien. Todo está bien.

La abrazó y le permitió volver a acurrucarse en él.

-Mi mamá siempre hacía esto para espantar las pesadillas. Y para que durmiera.

-¿Dónde está?

Lalo se quedó callado.

-Ella... mis padres... perdón, Sarah. Prefiero no hablar de eso.

-Está bien. Entiendo.

Volvió a quedarse dormida y esta vez él también. A la mañana siguiente Lalo se despertó algo sobresaltado, pero se calmó al ver a Sarah y que todas sus provisiones estaban intactas.

-¿Cuánto falta para llegar a Kansas?

-Unos 600 km. Todavía tenemos gasolina. Déjame ver tu pierna.

La pierna de Sarah estaba mejor. La inflamación iba desapareciendo y la niña ya podía apoyarla sin que le doliera.

-Bien. No creo que puedas correr todavía. Tendremos que conseguir unas compresas térmicas para que no se vuelva a inflamar, pero ya puedes caminar más.

-Bien. Sigamos.

Mientras tanto, en Boston, Joel no había dejado de llorar todo el tiempo que llevaban ahí. Rezaba todas las oraciones que se sabía, con la esperanza de que su pequeña estuviera a salvo.

-Tengo que volver por ella, Tommy. La dejamos ahí...

-La dejamos con ese chico. Seguro que están bien. Van a estar bien.

-¿Oíste lo que dijeron en la radio? Bombardearon la zona...

-Joel, no puedes rendirte aún. No hay nada que podamos hacer. Excepto esperar, y rezar para que ellos encuentren su camino hacia nosotros. No pierdas la fe, hermano.

Joel sonrió un poco.

-Gracias, Tommy.

Lo abrazó y regresó al cuarto que le habían asignado. Nunca había sido un hombre de fe, pero en ese momento Joel empezó a rezar.

No te abandonaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora