Capítulo 14.

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Lalo siguió avanzando por el edificio con cautela por el edificio. Mientras todos corrían de un lado a otro, él se quedaba agachado, oculto entre las sombras. Sabía que en una lucha abierta la más mínima oportunidad, por lo que no era prudente arriesgarse. Mientras caminaba, vio a uno de los saqueadores que había sido enviado a revisar ese pasillo. Lo dejó pasar y luego lo atacó por la espalda, hiriéndolo de gravedad. Sacó un cuchillo.

-¿Adonde se llevaron a la niña?

-¿Qué niña?

Lalo lo apuñaló en el estómago. El tipo quiso gritar, pero el muchacho le tapó la boca.

-Lo puedo hacer rápido, o lo puedo hacer lento y doloroso, tú decides.

Volvió a apuñalarlo en el mismo lugar. No le quedaba mucho tiempo, ambos lo sabían.

-Tercer piso... habitación del fondo...

-Gracias idiota. 

Le cortó la garganta. Ya sabía donde estaba la rubia, y más le valía apresurarse.

Mientras tanto, Sarah seguí custodiada por aquellos hombres. No tenía ni idea de qué hacer. ¿Estaba aterrada? Sí. ¿Sabía que debía mantener la calma y pensar en una manera de escapar? También. ¿Cómo lo haría? Excelente pregunta.

Al revisar el lugar, notó que había un ducto de ventilación en el techo. Con mucho cuidado de no hacer ruido, se subió a un estante y quitó la rejilla. Se asomó, y se llevó cierta decepción.

-Es muy pequeña hasta para mí.

Pero de pronto, se le ocurrió otra idea.

Los guardias a cargo de vigilar a la niña observaban y apuntaban sus armas de un lado a otro sin saber qué les esperaba. Pero en eso, escucharon un ruido muy fuerte dentro de la oficina los hizo entrar y se llevaron una desagradable sorpresa. La niña había quitado la rejilla del ducto de ventilación y había tirado un estante al escapar, lo que provocó el ruido.

-¡Maldita mocosa!

-Al jefe no le va a gustar esto.

Pero mientras estaban distraídos, alguien los encerró por fuera. Sarah se había escondido en una esquina de la habitación y logró engañar a sus captores. Mientras estos buscaban como salir, porque no tenían la llave, Sarah aprovechó para escapar. No tenía ni idea de adonde ir, pero en medio de la confusión una idea le vino a la mente: Lalo. Tenía que volver por él. Porbablemente si salía de ahí con vida él la iba a matar por regresar por él, pero no lo iba a abandonar.

Mientras avanzaba, una ráfaga de balas atravesó las ventanas de un pasillo. Asustada, Sarah se asomó cuando el fuego cesó. Alguien de afuera había acribillado a los de ese piso. ¿Quiénes? Ni sabía ni le importaba, lo único que quería era salir de ahí de inmediato. Se acercó a uno de los cadáveres y tomó una pistola.

-¡La niña se escapó, revisen todos los pasillos!

-¡Demonios!

Sarah se escondió y tuvo que seguir a gatas prácticamente, pues sabía que contra esos hombres armados hasta los dientes no había mucho que una niña de doce años con una pistola pudiera hacer. Por suerte, como era pequeña para ella era fácil escabullirse entre esos hombres.

Lalo avanzaba. Sarah avanzaba. Ninguno lo sabía, pero ya estaban muy cerca uno del otro. Sólo un poco más...

-¡Imbécil!

Un hombre lleno de cicatrices en el rostro tomó a Lalo del cabello y lo empujó con fuerza contra una pared. Sarah, al escuchar el ruido, sintió el impulso de acercarse y ver qué pasaba. Mientras tanto, Lalo apenas logró esquivar un golpe de aquel hombre y se puso de pie para luchar. Ambos eran muy buenos luchando cuerpo a cuerpo, pero aquel hombre era más fuerte y resistente. A Lalo le dolía cada golpe incluso cuando se cubría. 

-¡NO!

Sarah reconoció a Lalo y se lanzó al cuello del hombre con las cicatrices. Éste se enfureció y la empujó contra la pared, dispuesto a golpearla.

-¡NI LO INTENTES!

Lalo volvió a ponerse de pie y apuñaló al hombre en la rodilla. Aún herido, aquel monstruo fue capaz de seguir de pie y continuar la pelea. 

Ambos siguieron luchando. Con la pierna herida del hombre, Lalo tenía más oportunidades, pero no muchas. El hombre seguía fuerte y de pie. Ambos querían acabar uno con el otro. Lalo logró tirarlo al piso luego de romperle una silla de madera en el cuerpo. Pero antes de poder atacarlo en el piso, el hombre le clavó una estaca en el estómago.

-¡LALOOOO!

Lalo sintió un dolor muy intenso recorriendo su cuerpo. Lo habían herido, tal vez de muerte, y lo sabía. Apenas podía seguir consciente, el dolor iba a hacer que se desmayara en cualquier momento. Eso o aquel hombre que se había vuelto a poner de pie y comenzaba a ahorcarlo.

-¡Malditos niños infelices! ¡¿Creen que me pueden vencer?! ¡¿Después de todo lo que he pasado, creen que un par de niños me van a matar?! ¡ACABARÉ CON TODOS USTEDES SI TENGO QUE HACERLO, PORQUE YO PELEO PARA SOBREVIVIR!

Sarah estaba en shock. Todo le dolía, tenía la vista borrosa y lo único de lo que podía estar segura era de que aquel hombre iba a matar a su amigo si no hacía nada. Tomó la pistola. Pero, si en circunstancias normales era difícil disparar, ¿teniendo a dos hombre matándose entre sí, con la vista borrosa y las manos temblándole? Era casi imposible.

Aun así, jaló el seguro.

-No cierres los ojos...  mira adonde vas a disparar...

Disparó. 

La bala atravesó el lugar y dio en el estómago del hombre. Éste sintió el impacto y se quitó de encima de Lalo. Miró a la niña, no podía creer que esa insignificante criatura acabara de dispararle.

Pero no tuvo tiempo de pensarlo ni de reaccionar. Lalo, haciendo acopio de las últimas fuerzas que le quedaban, se fue encima de él y comenzó a golpearlo.

-¡Tú, pedazo de mierda, peleas por ti mismo!

Sacó un cuchillo.

-¡Nosotros... PELEAMOS PARA PROTEGER A QUIENES AMAMOS!

Con un grito de furia, terminó con la vida de aquel hombre apuñalándolo en el cráneo.

Terminada aquella salvaje pelea, ambos chicos se miraron. Sarah corrió hacia él.

-Viniste por mí.

-Siempre.

Ambos se abrazaron.

-Sarah, escúchame, tu papá está afuera, tenemos que ir con él.

-¿En serio? ¡¿Mi papá está ahí afuera?!

-Sí, pequeña, lo logramos. Lo encontramos, está vivo. Y nosotros también. 

Lalo quiso levantarse, pero todavía tenía la estaca atravesándole el estómago.

-Te ayudo.

Con mucho cuidado, Sarah le quitó la estaca del estómago y miró con horror el agujero que se le había hecho a Lalo.

-Estoy bien, Sarah. No es nada. Tenemos que irnos...

Recargándose en Sarah, Lalo empezó a caminar, lento y con dolor, mientras la vida se le iba por el estómago. Los disparos eran cada vez menos, aunque no sabían si eso era bueno o malo. La respuesta la consiguieron al llegar a la planta baja.

-¡SARAH!

-¡PAPI!

No te abandonaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora