Sempiterno: que durará siempre, que habiendo tenido un principio, no tendrá fin.
Meira Bravo es lo conocido como una Kook, pero lo cierto es que ella no cree pertenecer a ese grupo, a ninguno en realidad. Sin si quiera buscarlo encontrará su lugar...
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"Bendito sea el misterio del amor"
— Tenía mucho miedo. — confesó JJ mirando a Meira.
— Ahora ya no hay nada que meter. — la chica le sonrió acariciando su mano. — Yo también estaba asustada.
— Odiaba pensar que si algo te sucedía, lo ultimo que hubiese pasado entre nosotros hubiese sido una pelea.
Meira notó la voz de JJ temblorosa, se acercó más a él hasta que sus pechos chocaron el uno con el otro. Deslizó las manos por el pecho del rubio hasta llegar a su rostro. Sus miradas conectaron durante unos segundos, aunque para ellos se sintió como siete vidas. Meira se puso de puntillas para poder alcanzar los labios de su novio en un muy necesitado beso.
— Esa pelea se quedó en la isla, ya no tiene sentido.
—Aún así, lo siento. — con cariño JJ apartó los mechones de cabello. — Fui un egoísta y te dije cosas que no merecías.
— Está bien, cariño.
El rubio dejó un delicado beso sobre la frente de Meira. En el momento en el que volvió a abrir los ojos pudo ver a los mismos coches que les dieron la bienvenida el día que llegaron.
— Mierda, ¡son los hombres del Singh! — exclamó para que el resto de pogues pudiesen escucharle.
— ¿Y Jonh B? — preguntó Pope estresado.
— No lo sé, dijo que volvería corriendo. — respondió Sarah.
— Pues ya ves que no. — se quejó el moreno. — ¿JJ, qué hacemos?
— Plantarles cara, es lo que hay que hacer. — sacó la pistola de su pantalón y la cargo. — No hay opción.
— No podemos hacer eso. — Meira puso sus manos sobre las del rubio. — Vosotros no habéis visto lo que yo he visto, mató a Portis. Si nos quedamos estaremos cavando nuestra propia tumba.
— ¡No dejaremos a John B! — contratacó JJ.
— No se abandona a un pogue. — le siguió Pope.
Meira buscó con la mirada a alguien que le apoyase, era obvio que Kiara querría quedarse, su única opción era Cleo, y quizás Sarah. La rubia estaba con la mirada perdida, debatiendo sobre que hacer, quedarse y hacerse frente a hombres armados, o irse y dejar a uno de los suyos solos. Las dos opciones eran pésimas, pero había que elegir.
Maldiciendo la rubia se encaminó hacia el timón del barco.
— ¡Volveremos a por él!
Por mucho que a todos les doliese, irse era lo correcto, de no ser así no conseguirían salir de allí con vida.
