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El día en la playa había comenzado como una de esas raras ocasiones en las que todo parecía estar en paz. John B había traído su tabla de surf. Sarah se recostaba junto a Meira en una toalla, ambas riendo y disfrutando del sol mientras JJ y Kiara se aventuraba a atrapar la ola perfecta. Las risas y los chistes se mezclaban con el murmullo del mar, creando un ambiente despreocupado que hacía tiempo no sentían.

Pero todo cambió en el momento en que los motores rugieron y los coches de los Kooks aparecieron en la distancia, levantando una nube de arena a su paso. Las risas se apagaron y las miradas se tensaron. Los Pogues se quedaron quietos, observando cómo los vehículos lujosos se detenían en la orilla, y un grupo de chicos con camisetas de marcas caras y gafas de sol de diseñador bajaba de ellos con aire de superioridad.

Rafe Cameron lideraba la manada, con esa sonrisa arrogante que hacía que la sangre de JJ hirviera. Se acercó con paso lento, clavando la mirada en ellos, y sus amigos lo seguían como si fueran su escolta.

El sol ardía en lo alto, pero la verdadera tormenta se sentía en el aire entre los Pogues y los Kooks.

Meira observó a Rafe con una mezcla de emociones que había aprendido a guardar en lo más profundo de su ser. Estaba de pie junto a su nueva novia, una chica de la isla que todos conocían y con quien Meira había compartido conversación en alguna fiesta. Verlos juntos era agridulce; por un lado, le alegraba que Rafe hubiera encontrado a alguien que lo quería y que, quizás, pudiera darle un poco de la paz que siempre había buscado en los lugares equivocados. Sabía lo mucho que él necesitaba eso, un refugio en medio de su tormenta interna. Pero, al mismo tiempo, no podía evitar ese pequeño nudo en el estómago, un residuo de lo que alguna vez sintió.

Rafe era su alma gemela, no de la forma en que se esperaba, no con pasión ni con anhelo, sino con una comprensión mutua que iba más allá de las palabras. Había sido su confidente, su aliado en las noches más oscuras, cuando nadie más entendía el caos que ambos llevaban dentro. Eran dos piezas similares de un rompecabezas roto, pero habían tomado caminos diferentes.

JJ, por otro lado, era el amor de su vida, la llama que la mantenía encendida incluso en los momentos más fríos. Cuando él la miraba, Meira sentía una calidez que Rafe nunca había podido ofrecerle. JJ era pasión, era risa, era vida. Sabía que donde terminaba la complicidad y el dolor compartido con Rafe, comenzaba el amor incondicional con JJ.

Rafe desvió la mirada y sus ojos se encontraron con los de Meira por un segundo. Fue un vistazo rápido, un destello que apenas duró un instante, pero en esos ojos había una mezcla de reconocimiento y nostalgia. Ella le dio una sonrisa leve, apenas perceptible, como un saludo mudo entre dos viejos amigos que aún compartían secretos enterrados.

JJ, sin soltar su mano, se dio cuenta de la interacción. Aunque confiaba en lo que él y Meira compartían, el paso de Rafe por sus vidas siempre traía una sombra de incertidumbre. Meira le devolvió la presión de la mano, como si quisiera asegurarle que estaba justo donde quería estar.

— ¿Todo bien? — JJ le preguntó en voz baja, su mirada fija en ella.

Meira asintió, sus ojos volviendo al azul familiar de los de JJ, y le sonrió, despejando cualquier duda que pudiera haber.

— Todo bien — respondió. Porque lo estaba. Porque, aunque los fantasmas del pasado seguían allí, sabía que había elegido su presente y su futuro con JJ.

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Trataron de ignorarse mutuamente, y, sorprendentemente, lo lograron. Los Pogues disfrutaron de un día maravilloso entre risas, olas y arena. La tensión inicial se diluyó con el sonido del mar y la calidez del sol en sus pieles.

S E M P I T E R N O   (JJ Maybank)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora