Capítulo 23

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—Aleyah, va a estar bien —escuché a Oriel mientras caminaba de un lado para otro.

En cuanto recibí la llamada de Ian supe en ese instante de que se trataba, mi mayor miedo se hizo realidad.

—Sí, Aleyah. Los doctores ya dijeron que no fue un golpe tan grave —acompañó Ian.

—¿Qué vamos a hacer? —le pregunté a Ian, desesperada.

—Tenemos que esperar a que mamá se levante.

Sabía que era cuestión de tiempo para que esto pase. Han discutido y la ha arrojado por las escaleras, es hombre muerto.

¿Cómo permití que estop pasara? Tuve que estar atenta y oponerme desde el principio, tuve que seguir insistiendo más y no hubiésemos acabado en esta situación, ¿verdad?

Al parecer Ian había llegado en el momento justo y logró encerrarlo en un cuarto hasta que llegara la policía junto con una ambulancia.

Froté las manos en el saco de Oriel, ya que me lo había puesto hace no sé cuánto tiempo.

—¿Quieres ir a verla? —preguntó Oriel.

—No aún no —no estoy preparada.

Ahora mas que nunca, tengo que hacer lo que tuve que hacer hace años. Tengo que parar esto de una vez.

—¿Necesitas ayuda con lo que piensas hacer? —se ha dado cuenta.

Me giré hacia Ian, ya con la decisión rondándome en la cabeza. Pero él habló antes que yo:

—Tengo un deja vu con todo esto —bajó el tono de voz usual.

Sé a lo que se refiero.

—Lo siento.

—No tienes que. ¿Qué has decidido?

—Llama a la policía —pedí—. Somos testigos de lo que ha hecho siempre, ¿no? No perdamos más el tiempo, tenemos que testificar en su contra, hasta el ultimo momento.

—Cuenta conmigo —se alejó de nosotros para hacer la llamada.

Lo único que quería ahora era lloras, gritar y esperar que esto sea una pesadilla, una muy mala pesadilla de la que tengo que despertar, pero eso es mentira. La verdad es que mi garganta pendía de hilo para expulsar todo lo que se ha guardado.

Oriel tomó mi mano, su mirada siempre llegaba a reconfortarme en situaciones difíciles, situaciones como esta. Aunque él no debería estar aquí, su presencia me ayuda.

—Deberías sentarte —aconsejó—. Al menos hasta que llegue el momento.

No me opuse a ello, ya que mis pies dolían tanto de ir de un lado a otro, desesperada. Tanto que hasta llegué a sacarme los zapatos y estar descalza.

Al sentarme apoyé mi cabeza a la de Oriel, ya que también se sentó a mi lado. Tenía a alguien a mi lado apoyándome, alguien ajeno a mis problemas y él lo entiende.

<<No se te ocurra alejarlo>>

Bueno, pero si es la gran conciencia. Estamos de acuerdo en algo.

—Siento hacerte pasar por esto —le hice saber en voz baja.

—No te disculpes por algo que no es tu culpa, Aleyah —se giró hacia mí, obligándome a sostenerle la mirada—. Te juro que verte sufrir me hace sentir inútil, ¿es que acaso no lo ves, Aleyah? Eres la persona que nadie se arrepiente de conocer, eres la persona que está en todo momento, eres la persona capaz de hacer lo que sea. Eres la persona que me ha recordado lo que realmente es vivir y eso Aleyah, deberías saberlo.

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