Akaza es un cazador de demonios y durante un tiempo permaneció en el extranjero. Meses después regresa a Japón luego de que recibiera el mensaje de la última pelea de Kyojuro con una luna superior.
Para su alivio Kyojuro sigue vivo y con solo unas c...
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Jamás pensó que el trabajo nocturno fuera tan meticuloso.
Tiene que cerrar los ojos cuando le espolvorean la cara, una de las trabajadoras traza una fina línea en las esquinas de sus ojos.
La pintura para labios se siente pegajosa.
Su corto cabello es cepillado de forma gentil, siente los dedos de la chica por su cuero cabelludo.
Cuando todo está listo, una rosa es colocada sobre su oreja.
- Listo.
Abre los ojos y frente a él hay un espejo siendo sostenido por la misma mujer que lo maquillo.
Mirándose en el espejo ahora, es difícil reconocer que es un hombre. Sino fuera por sus músculos, pasaría por una mujer sin ningún problema.
Aunque a la dueña no parece importarle su cuerpo robusto.
Mirando su cabello hay diferentes adornos dorados en su cabeza creando un tipo de corona.
Practica su sonrisa en el espejo y se sorprende al ver el resultado. Una sonrisa seductora, llena de anhelo y cariño.
"Es sorprendente lo que puede hacer el maquillaje."
"Solo tengo que no sonreír."
Será mucho más difícil mantener su disfraz si llama demasiado la atención.
Hoy es su primera noche de trabajo, para su suerte solo acompañará y servirá una que otra bebida a un montón de hombres.
Al principio pensó que entraría como Shicomi pero pasó a ser parte las Maiko (aprendiz de Geisha), aunque no conociera todo sobre la etiqueta.
Akaza y otras chicas entran en un pequeño cuarto con una mesa en el medio, adentro los hombres las esperan mientras les sonríen. Sirven la comida y llenan las copas de cada uno de los clientes. Akaza busca un asiento al lado del hombre que compró su tiempo la noche de hoy.
La idea de vender su tiempo en servir a un hombre le genera un sabor amargo en la boca.
Se enfoca en no hacer contacto visual y solo servirle cada vez que la copa esté a punto de quedarse sin licor. Hace su trabajo en silencio.
Anoche no encontró nada inusual, regresó apenas salió el sol a su habitación antes de que la puerta fuera abierta con el desayuno. Por hoy fingirá ser una Maiko y apenas se desocupe reanudará su búsqueda.
Vuelve su atención al presente cuando ve como la tercera copa de la noche se acaba, con la delicadeza de una doncella llena una vez más la copa hasta el borde.
Una mano grande y callosa toma su muñeca atrayéndolo, no pone resistencia cuando la mano del hombre toma su mentón para hacer que lo mire. Controla sus músculos faciales para no demostrar su desagrado y en su lugar se enfoca en hacer que sus ojos se abran con una sorpresa inocente.
