Ꮺ ָ࣪ capítulo 1O 𓂃

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Apretó con fuerza la mano de su esposo buscando protección. Era consciente de que no debía ser grato ver a la persona que llevó a un integrante de tu familia a la cárcel, aunque no era del todo su culpa, pues en ningún momento hizo algo malo para ganarse un envenenamiento; fuera como fuera nada justificaba los actos de Yaşemin.   

–Tranquilo, todo va a estar bien... Yo estoy contigo. –  Dijo con una pequeña sonrisa.   

Jae asintió no muy convencido. Vio a la pareja de mayor edad acercarse a ellos con miradas serias. Al estar frente a ellos hicieron cortas inclinaciones mostrando su respeto a los nuevos dueños parciales de la compañía.   

–Buenas noches, felicidades. Hiciste una buena compra. – Habló primero el señor Argun. Hombre cerca de los cincuenta años, cabello negro con algunas canas, piel morena clara, mandíbula firme y ojos oscuros.    

–Buenas noches, y muchas gracias. Espero no arrepentirme luego. – Dijo a modo de broma para aligerar el ambiente. –Les presento a mi esposo, Lee Jaemin.   

Con un brazo alrededor de Nana, lo acercó un par de pasos al frente, mostrándolo a la pareja de mayor edad. El Sultán sonrío tímido. Toda la confianza con la que había entrado en la fiesta se desmoronó en cuestión de segundos.   

–Eres mucho más hermoso en persona, las cámaras no te hacen justicia. – Comentó sonriente la dama castaña.   

–Gr–gracias. – Se sonrojó apartando su vista dejándola en sus zapatos negros.   

–Jaemin. – Miró a su esposo y luego a la pareja. –Ellos son los señores Argun. El señor Cemal y la señora Emel. También son accionista de la empresa.   

El rubio asintió a modo de respuesta, el miedo le impedía hablar. Se sobresaltó cuando sintió una caricia en su brazo, la señora Emel lo estaba acariciando para tranquilizarlo mientras le sonreía.   

–Lamentamos mucho lo que te hizo nuestra sobrina. Yo siempre dije que la chica necesitaba ayuda psicológica, pero nadie me hizo caso y mira lo que ocasionó... ¿Cómo están tus niños? ¿Son tres? – Dijo la castaña con el rostro afligido. –Toda la familia esta avergonzada de su comportamiento. ¡Ha manchado nuestro honor!    

–Esperamos que no tomen rencor con el resto de la familia, mis hermanos y hermanas han querido contactarse con ustedes para disculparse.    

–No hay nada por lo cual disculparse. – Dijo Jeno. –Ustedes no hicieron nada en realidad, el problema fue con Yaşemin, y mi esposo ya tuvo la oportunidad de hablar con ella. – Suspiró abrazando más al delgado cuerpo que temblaba. –Me gustaría dejar eso en el pasado, a Nana no le hace muy bien recordar esos días.   

Los dos adultos asintieron comprendiendo la situación. Cambiaron el tema por los nuevos proyectos en la compañía y los personales, hablaron de los trillizos, Jeno estaba orgullo de hablar de lo inteligentes y avanzados, para su edad, que estaban los niños.    

El resto de la velada fue tranquila, luego del pequeño encuentro Jae volvió a la normalidad, le costó un poco pues a aunque a Jeno le haya dicho que ya había superado todo, no era cierto. Algunas veces se despertaba por pesadillas en donde no podía mover su cuerpo o hablar lo que le ocasionaba muy pocas horas de sueño, el sonido de los aparatos de asistencia respiratoria y demás que lo habían tenido con vida durante su estado de coma, lo tenían asustado pues al menor ruido pensaba que estaba nuevamente en ese estado y quizás ahora no regresaba. Esas no eran las únicas pesadillas o miedos, perder a sus hijos era otra de ellas; no volver a escuchar sus risas, llantos, berrinches, no ver sus pucheritos, ceños fruncidos, ojitos hermosos, mejillas regordetas, manitas pequeñas y sus diferentes cabelleras, le causaba un dolor intenso en su pecho.    

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