Ꮺ ָ࣪ capítulo 23 𓂃

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–¿Tienes el informe del pedido que enviamos el mes pasado?

–Sí. Lo mandé con mi secretario. ¿No lo tienes ahí? – Preguntó despegando su vista de la carpeta.

Jeno negó rebuscando en el archivero. –Si te lo estoy pidiendo es porque no lo tengo.

–Con que estamos de malas. – Murmuró sorbiendo su taza de café.

–Detesto no encontrar las cosas cuando las necesito. – Dijo sentándose en el sofá de dos plazas. –Ayer me llamaron de una de las clínicas con las que nos asociamos en Bursa y dicen que el lote jamás llegó y ahora quieren indemnización aparte del rembolso.

–Intentan verte la cara de idiota. Nunca fallamos en las entregas y si pasa algún inconveniente lo resolvemos en el momento.

El pelinegro cerró los ojos sosteniendo su cabeza con ambas manos. El dolor de cabeza cada vez era más intenso, desde que despertó lo estaba incomodando, por lo que se tomó una pastilla más no surgía ningún efecto.

Cogió la taza de café sintiendo su mano temblar, tal vez por los nervios del problema con las entregas. Sin darle importancia bebió su café en un intento por quitarse la sequedad de la garganta, no parecía ser su día. Había comenzado bien con su esposo, tuvieron su rutinaria hora de mimos y besos candentes, luego la plática mañanera fue tranquila, pero cambió al estar con sus hijos. Provocó una leve herida en el rostro de su esposo y casi lo hizo enojar con su chistecito, discutió con su hijo mayor y todo eso con el dolor de cabeza presente que por supuesto no se lo mencionó a Jaemin.

Lo peor del día fue llegar a la empresa y encontrar su elevador privado descompuesto, estuvo hora y media atrapado ahí, luego su secretaria faltó por "enfermedad" dejándolo solo con el lío de papeles que tenía en el escritorio, después la llamada de Bursa con el incumplimiento. Le parecía incorrecto que le notificaran a él porque si bien era el dueño mayoritario y director general de la empresa, habían encargados en cada sucursal. Así que, si el problema estaba en Bursa pues que el gerente en Bursa lo solucionara, no él.

Por casi dos horas estuvo haciendo llamadas y movimientos de aquí a allá sintiéndose cada vez peor. Su piel era lechosa, pálida, pero esta vez estaba casi amarillo. Los mareos se unieron a la lista de síntomas que de por sí ya eran varios.

–¿Quieres comer? ¿Qué pido?

Asintió empezando a ver puntitos negros, la voz del canadiense se oía muy lejana, todo parecía ir en cámara lenta. Su cuerpo comenzó a sentirse demasiado pesado, con las últimas fuerzas que tenía se puso de pie en busca de ayuda, de pronto todo se volvió negro alcanzando a emitir un débil susurro.

–Maku.

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Las ropas negras eran prioridad en su armario, un abrigo, pantalón, camisa, bufanda, corbata, cualquier cosa. Jamás creyó que volvería a vestir de luto luego de la muerte de sus padres, pero ahora estaba ahí, vistiendo su mejor traje negro mismo que combinaba con el de los trillizos.

Con el puño limpió una lágrima traicionera que se negaba a permanecer en su ojo. No quería llorar, no delante de sus hijos, él debía ser la fortaleza para ellos, incluso cuando no eran conscientes de lo que ocurría.

Dejó con cuidado la pequeña caja de madera con bordes de oro que contenía las cenizas. Acomodó la foto en un mejor ángulo para que al entrar a casa lo viera siempre. Sonrió apretando sus labios alejándose un poco del espacio que había mando a hacer especial para él.

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