Ꮺ ָ࣪ capítulo 17 𓂃

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Cruzó sus brazos dejando todo su peso en una pierna. Recargándose del umbral de la puerta, entrecerró los ojos. No entendía por qué sus hijos sí gozaban de la atención y payasadas de su esposo, pero él... Él estaba en el olvido. Las travesuras y todas las indemnizaciones eran por ellos, no por Jaemin.

Jeno estaba de rodillas en el tapete infantil de rompecabezas cantando y haciendo muecas graciosas a los bebés, mientras ellos reían, aplaudían y comían helado que Jeno amablemente les compró al volver de la escuela.

–No tengo nada en contra de ellos, pero... ¿Por qué tengo que pagar yo los platos rotos?

El pelinegro sonrió por última vez a sus bebés levantándose del suelo. Sacudió su pantalón mientras se giraba para ver a su esposo. Estiró una mano hasta él, acercándolo, dándole un corto beso.

–Son niños. – Dijo encogiendo sus hombros. –No entienden la gravidez de sus travesuras, lo que hace inútil un castigo. Además, tú fuiste el de la idea.

–Sabía que dirías eso. – Frunció el ceño separándose de él. –No pedí tu permiso porque sabía que harías justo esto.

Jaemin caminó hasta la cama de los niños recogiendo toda la ropa que se habían quitado. Jeno por su parte, sacó una caja de bloques por exigencia del trillizo de en medio.

–Los niños no están preparados para la escuela. – Dijo simple, sin dar lugar a más apelación.

Por supuesto Jae no se quedaría sin dar su punto de vista. Lo enfrentó deteniéndolo a unos metros de salir de la habitación.

–El problema no es la escuela, el problema son ellos... Nosotros o, más bien yo. – Hizo una mueca mirando de reojo a los tres niños. –Taeyoung me dijo algo con respecto a su ropa y uniendo cabos entendí cuál fue el verdadero problema.

–¿Cuál? Según tú. – Cruzó sus brazos a la altura de su pecho dejando ver los marcados músculos, gracias a la camisa manga larga blanca semitransparente.

–Ellos están acostumbrados a ver un tipo de "estilo". – Dijo formando comillas con sus dedos. –De ropa y/o marcas. Todos nuestros amigos son millonarios que visten con prendas costosas y, a pesar de solo tener dos años y medio, los trillizos notan la diferencia.

–¿Me estás diciendo que nuestros hijos hicieron todo eso porque sus compañeros no vestían lo mismo que ellos?

–...Sí. Justo eso. – Frunció los labios caminando hasta el cesto de ropa sucia. –Mira, Jeno. – Suspiró cerrando momentáneamente los ojos. –Los niños son como una esponja, todo lo que ven y hacen, lo imitan.

–Jaemin...

–Hablo en serio, Minhee es una prueba de esto. Si yo digo. – Hizo una pausa acercándose al pequeño rubio. –Idiota...

–Iliota.

–¿Ves de lo que hablo? – Señaló. –Pero si yo digo: "Gracias, Junnie~".

Agradeció al pelinegro que le prestó uno de sus bloques para que también Nana jugara.

–Gashias, Juni.

–Tienes razón. – Murmuró el mayor. –Pero ¿eso qué tiene que ver con la ropa?

–Los trillizos tienen que aprender a adaptarse al mundo, no el mundo a ellos. Tampoco podemos ir de colegio en colegio buscando que todos los niños tengan padres con sentido de la moda.

El rubio se sentó en la pequeña cama suspirando. Jugó con sus dedos por unos segundos en los que se animaba a seguir hablando.

–No sé tú, pero yo soy de una familia en la que a diario trabajaban para comer, con el tiempo mis padres tuvieron su propia tienda, pero no solíamos darnos lujos... No como los que ahora tengo. – Jeno asintió desde el otro lado de la habitación. –Agradezco que hayas tenido esa idea de forjar una fuente de recursos estable y por ahora no tenemos ningún problema con el dinero. Personalmente me rehúso a que mis hijos sean unos mimados, caprichosos, superficiales.

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