Capítulo 2

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-¿Por qué no has venido? ¡¿ sabes lo aburrido que fue acá sin tí?! Maldito antisocial. ¡Te extrañé mucho! No contestabas mis llamadas ni mensajes, siempre que haces eso me escapo de tener un infarto- Me gritaba con un tono furioso, ignorando totalmente a las personas que caminaban alrededor nuestro.

Apoyó uno de sus brazos en mi hombro con dificultad, ya que soy nada más que 30cm más alto que él. Mientras me seguía insultando y quejándose como si se tratase de una señora de cuarenta años, ignoraba completamente a la pelirroja.

- Sí claro, hola Colette, ¿cómo estás?, Yo muy bien- bromeaba la chica sin dirigirnos la mirada y caminando seriamente dejándonos atrás.

El pelinegro percibió su comentario y se apresuró en alcanzarla, dejándome atrás se arrodilló frente a la de flequillo y sujetó suavemente su mano, acercando su rostro a esta mientras depositaba un pequeño y tierno beso, como si de una princesa se tratase.

-Disculpe mi incompetencia, lady Colette, le aseguro que no se volverá a repetir.

-Oh, sucio plebeyo, ¿cómo osas a ignorarme y luego a tocarme con tus sucias manos?- le respondía con una mirada posesiva simulando usar un abanico. Se miraron fijamente y las risas eran inevitables, verlos felices se sentía tan cómodo, como un abrazo.

Yo estaba unos pasos detrás de ellos dos, sonriendo mientras los veía reír. Caminé un poco hasta quedar frente a ellos y el chico se dirigió a mí, me comenzó a palmear los hombros y volteaba a ver a Colette.

-Bueno chicos, me tengo que ir, si vuelvo a llegar tarde a la clase de la señorita Taylor, me reprobará. Y nadie quiere que pase eso, ¿no es así?- Decía con esa típica sonrisa en el rostro.

Y sin decir otra palabra se marchó agitando la mano de un lado a otro, abandonando el lugar lentamente.

Nos adentramos al gran edificio al que nos dirigíamos, recorrimos ese laberinto compuesto de salones y pasillos. Hasta que logramos llegar a nuestro destino, el salón de álgebra de 12vo grado. Y para ser precisos, a diferencia de las demás clases, esta es la que más detesto.

Me dirigí al fondo del salón, para ser exactos, en la última mesa del aula. A pesar de mi pésimo temperamento siempre hay alguna que otra chica sentada junto a mí, tratando de provocar alguna "pequeña coincidencia" para luego invitarme a salir... son tan fastidiosas. Mi hermana sabe de esto, pero ante el público, que en este caso vendría siendo todo el instituto, necesita interactuar más con las demás personas, y no sólo enfocarse en estarme cuidando y protegiendome de todo aquello que me estorbe. Al contrario, creo que lo disfruta, y para poder escuchar mejor mis conversaciones, se sienta en la banca frente mío, una total chismosa...

-¿Qué clase recibes después, blanquito?

-Tengo que ir a laboratorio, mi proyecto ya debió haber muerto hace tiempo- Aseguré sin darle mucha importancia.

-Mmm, eres un asesino- señaló mientras hacía una pequeña mueca -Bueno, suerte- Eso fue lo último que dijo antes de voltearse y que el docente a cargo alzara la voz para iniciar con el día.

-Buenos días jóvenes, les pido que no se duerman en mi clase, lo sé, se encuentran en aritmética un lunes a las ocho horas del día. Richard ya declaró que me odia, tranquilos, el odio es mutuo.- Indicó sin expresión alguna, y cuando esos ojos negros lograron alcanzarme procedió a dirigirse un poco hacia mí. -vaya, al parecer decidiste venir a clase luego de dos meses, te felicito- Decía con un tono sarcástico y una sonrisa amarga.

Después de no haberme podido ahorrar todo ese escenario, nos indicó una prueba de mediados de corte, corte al que no asistí alguna sola vez, y prueba que obviamente no pude resolver. Y mientras veía como los demás entregaban vagamente las pruebas, uno tras otro, yo trataba de perder el tiempo pensando en cualquier cosa hasta que la clase llegué a su fin. Efectivamente el tiempo pasó rápido y la campana se escuchó por todo el instituto.

Mientras Intento OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora