Capítulo 10

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-¿Y tú teléfono?- Preguntó Colette mientras pintaban sus uñas y tenía una toalla en la cabeza.

-Se me olvidó por completo- Susurré con las manos restregando todo mi rostro. -Préstame el tuyo.

Mi hermana señaló la mesa delante de ella y yo lo recogí rápidamente para comprar el mío en línea, pues soy lo bastante perezoso como para salir de nuevo y  comprarlo por mí mismo.

-Listo.- Anuncié con un pequeño entusiasmo. Estaba listo para levantarme de esa silla y despedirme, pero una pregunta de mi hermana me detuvo.

-¿No te recuerda a nadie?

- ...¿Quién?- Respondí con otra pregunta.

-El hermano de Lena.- Aclaró son una sonrisa de nostalgia en su rostro.

Guardé silencio mientras pensaba en una respuesta, pues lo primero que se me vino a la mente cuando lo vi, era que me recordaba a mí mismo, pero estaba seguro de que a eso no se refería.

-Tal vez se parezcan un poco, pero estoy muy seguro que él hubiera sido mucho más amigable.- miré a mi hermana, quien parecía estar recordando algo... Al igual que yo.

La imágen de aquél niño de cabello negro y rizado invadía mi mente; su delgado cuerpo, su ropita de niño rico y su dulce sonrisa. Él era lo contrario de mí.

Cada vez que estábamos juntos, era opacado por mí y mi extraño cabello blanco. En mi rostro dominaba una expresión ajena a la de él, pues yo era -o sigo siendo- muy bien parecido a Dany, el hermano de Lena. Siempre estaba serio, sin ninguna expresión que no sea de disgusto o sencillamente desagrado, con heridas en todo el cuerpo e infeliz de por vida.

Salí de mi burbuja al percatarme de que mi vista se había posado en los senos de una señora, cosa que no olvidaré tan fácilmente, y recordé lo cansado que estaba de tanto contacto social y me dirigí a la pequeña mansión, dejando a Colette seguir arreglandose y todo lo demás.

Lo único que supe que hice al llegar a casa fue que me eché sobre la cama y que me quedé dormido al instante, sin siquiera tener tiempo de quitarme los zapatos o el abrigo.

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-¡Abre la puerta!
...
-¡Eres hombre muerto, abre la puerta!
...
-¡Noah!
...

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Me desperté de mi dulce sueño reparador cuando sentí un pequeño golpe en mi cabeza y comencé a estirarme tal cual un gato luego de tomar una pequeña siesta de tres horas. Un dulce y conocido olor invadió mi nariz y abrí los ojos poco a poco, hasta que logré visualizar a una persona al lado mío, ahí fue donde me asusté y automáticamente di un pequeño salto sobre el colchón.

-¿Qué te pasa? ¿Ahora no me conoces?- Refunfuñaba Colette, comiendo un pedazo de pastel, notablemente furiosa y con un cigarrillo en sus manos.

-Creo que eres mi hermana Colette, y también creo que estás enojada, pero no sé qué hice ahora.- Respondí con cierta seriedad, di un bostezo y me acomodé bien, aún en la cama, pidiéndole que me compartiera una calada.

Miré el pedazo de pastel en sus manos y una sangre fría recorrió todo mi cuerpo, erizandome de pies a cabeza, haciendo que me arrepienta hasta de mi propio nacimiento.

-Ah, lo siento, soy un idiota.- Me comencé a disculpar, jalando mi cabello y cerrando los ojos con culpa.

-Sí, eres un idiota, pero aún no.- Aclaró. -No te preocupes, aún es temprano. Esto lo robé de la cocina.- Terminó de decir con una sonrisa en el rostro.

-Idiota, me asustaste.- Me quejé mientras le lanzaba una almohada en el rostro. Ella sólo río y se burló de mi muy tonta reacción, entregandome su cigarrillo.

Mientras Intento OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora