Capítulo 11

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Me quedé pensando en las palabras de Colette en el corto transcurso hasta el salón principal, el gigantesco salón principal donde habían preparado semejante espectáculo.

Nunca fui de esas personas extravagantes que disfrutan de cosas aún más extravagantes, como lo son las fiestas que mi madre organiza. A decir verdad, con sólo el hecho de tener que permanecer en el mismo lugar que ella, me fastidia.

Al pasar por las grandes puertas del salón mi hermana cambió de expresión como por arte de magia, ofreciéndole una sonrisa no genuina al público que enseguida dirigió su mirada a nosotros. Tan nefasto. Y claro, nuestra madre no tardó mucho en hacer lo mismo y posicionarse a nuestro lado, pretendiendo ser una buena madre.

Las presentaciones, agradecimientos, alagos, y felicitaciones tampoco se dilataron mucho en hacerse presente, haciéndome sentir como alguien invisible, esa persona a la cual nadie presta atención o le interesa saber de ella; pero bueno, toda mi vida he sido ese tipo de personas, esa persona solitaria, que no tenía más elección que ser un cero a la izquierda. Fueron pocas las personas que me miraron, que sintieron interés en mí y no en lo que aparentaba ser, tan pocas que da lástima.

-Esta porquería está aburrida.- susurró Colette mientras tomaba un sorbo de vino y volvía a ver a los demás con esa sonrisa fingida. -Vayamos a ver que están haciendo los chicos.- sugirió, jalando mi brazo y dirigiéndonos a ese sitio donde se encontraban, al parecer, varios invitados de nuestra edad, la mayoría conocidos.

Al acercarnos a ellos y que todos notarán nuestra presencia, Lena ya estaba al lado de Colette, susurrando algo a su oído y luego riéndose junto a ella. De igual forma, las felicitaciones no tardaron, a mí me volvieron a ignorar, convirtiéndome de nuevo en alguien invisible.

Me quise ir de ahí, y me fui de ahí; todos estaban ocupados alagando a mi hermana, así que mi desaparición espontánea no fue significativa para nadie.

Me encontraba en el balcón más cercano al lugar anterior, fumando y pensando en absolutamente nada, hasta que unos pasos junto a una voz conocida me llegó a interrumpir.

-Había pensado que a las personas aburridas les gustan las cosas aburrida. ¿Por qué estás aquí?- preguntó finalmente con una sonrisa y se posicionó a mi lado.

-Siempre has sabido que estas cosas me agobian, ¿por qué preguntar de repente?- contesté.

-Simple curiosidad.

-¿Has estado bien?- Pregunté. Tenía curiosidad del porqué estaba hablando conmigo, y de qué fue todo lo que había pasado antes.

-Yo siempre estoy bien ¿por qué preguntar de repente?- imitó mis palabras como respuesta.

-No me refiero a eso, hablo de la vez pasada- me detuve, esperando una respuesta que jamás se dio.   
-¿Cómo has estado después de eso?

Nuevamente, no dio respuesta alguna, en vez de eso me miró por unos segundo, con una ceja enarcada y luego volvió a evitar mis ojos, mirando fijamente a la luna.

-La luna está muy hermosa hoy, ¿no lo crees?- exclamó, observando cuidadosamente a dicha esfera en el cielo.

Concordé con lo que había dicho, imitando su acción y entendiendo el motivo por el cual había cambiado de tema, decidiendo al fin no volver a hablar sobre lo ocurrido nunca más, convirtiéndolo en nuestro secreto más profundo... y de Yushiro, claro.

-Blanquito ¿Qué harás después de esto?- preguntó, aún ignorando mi rostro.

-Dormir.

Rió.

Había perdido la noción del tiempo al ya no tenerlo a mi lado; tanto que podría jurar no haber escuchado su risa en miles de años. Era una risa sincera, llena de emociones que yo nunca experimenté, y aún así, él siempre se aseguraba de dedicarme su sonrisa más hermosa. Como una rosa, abriendo sus pétalos no a la luz del sol, si no a mí, un ser que no brillaba y mucho menos transmitía luz; la rosa prefería mostrar su belleza a la luna y no al sol, lo cual la terminaría marchitando.

Mientras Intento OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora