Capítulo 12

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Conocí a Gabriel cuando tenía quince años, y ese fue el peor año de toda mi vida. Las cosas fueron insignificantes para mí, pero nunca pensé que para él haya sido más que un simple saludo, pues ese fue el comienzo de una terrible obsesión.

Lo único que yo había hecho fue acercarme a él, ya que éste estaba solo y mi madre me había obligado a hablar con las personas que a ella le beneficiaba que estén cerca de mí; así que lo saludé, comenzamos a hablar y llegué al punto en alagar su cabello, ya que en ese entonces me interesaba bastante el tipo de cabello que tenía cada persona, pero nunca pensé que para él ese alago fuera algo tan emocional como para hacerlo optar por no cortarlo jamás, logrando así su apariencia actual.

En cierta parte me sentí culpable por haberle hablado, por el punto que se -enamoró- de mí; pero al mismo tiempo me dio miedo, ya que con tal de llamar mi atención hizo cosas atroces, comenzando así a acosarme y a subir de nivel poco a poco... hasta llegar a secuestrar a mi propia hermana y a casi abusar de ella con tal de que yo mismo fuera quien iría a buscarlo para evitar que le haga daño. Colette no lo perdonó del todo, pues a pesar de que no hubo violación o que no le tocó ni un solo cabello, no quitó el hecho de que la había secuestrado y llevado fuera del continente entero; y, a pesar de que Colette siempre ha sido piadosa con cada criatura que existiera en el planeta, siempre temió de él.

En resumidas palabras: tengo un acosador de dieciséis años.

Y a pesar de que hubieron muchos altercados en la fiesta, esta ni dejó de ser aburrida a pesar de nada.
A pesar de que mi tío apareció sin el consentimiento de mi madre y que estuvieron cerca de hacer un escándalo mientras lo intentaban expulsar de la mansión; la aparición espontánea de Gabriel y su decisión de no involucrarse o iniciar un escándalo; también que mi tío se había embriagado y estaba jugandole bromas a grandes socios de mi madre, sin olvidar que Colette también estaba ebria y que en su concurso dijo puras estupideces...ah, y también que Lucy empezó a gritar y a patalear en mitad de la fiesta.

La única buena noticia o acto de misericordia que recibimos de nuestra madre fue dejarnos ir, pero las cosas nunca eran tan sencillas como ella las pintaba, pues teníamos que permanecer con ella una semana más, junto con los herederos más importantes que habían participado en la fiesta la noche anterior.

Y mientras que el día anterior, en el largo comedor sólo estaban presentes seis personas, ahora este se encontraba lleno, con mucho bullicio y risas resonando en él.

Estábamos, al menos, unos quince adolescentes sentados alrededor de la mesa, comiendo y conversando de cosas triviales, como cualquier persona superficial que lo único que le importaba era el dinero de papá. No prestaba atención a lo que todos decían, sólo me dedicaba a ver de vez en cuando a Steven, quien estaba en frente mío; él estaba sumergido en la animada conversación y participaba muy seguido, se miraba feliz.

Dejé de frecuentar mi vista al pelinegro frente a mí y giré mi rostro para ver a Colette. Estaba hablando con la prima de Steven, y si no mal recuerdo, se llamaba Johana, esa con quien había peleado el día anterior, pues al parecer las chicas resolvieron sus problemas y ahora se les podía ver lo más animadas posibles.

Las únicas personas que hacían falta en esa mesa eran Lena y su hermano, que momentos más tarde de notar su ausencia, la mayor se sentó en la silla vacía al lado mío y se disculpó por llegar tarde.

- No te preocupes, no te perdiste de nada.- Respondí, mirando alrededor, haciendo entender que nada interesante había ocurrido.

A pesar de lo que había imaginado, la castaña se encontraba muy animada, y en lugar de unirse a la conversación de los demás, decidió hablar conmigo, contándome todo tipo de experiencias y anécdotas que le habían ocurrido. La presencia de Lena se me hizo agradable incluso desde antes de conocerla, ya que mi hermana siempre me hablaba de ella y todo lo que le ocurría en compañía de ella; así que sus conversación resultaban fluir con total normalidad, incluso para mí, pues siempre me ha resultado difícil acostumbrarme a nuevas personas, despreciando a la mayoría sin siquiera darme una oportunidad de conocerlos, pero a Lena no le dí ninguna oportunidad, ella creó la oportunidad, invadiendo mi cotidianidad para mantenerme distraído observando su sonrisa.

Mientras Intento OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora