Capítulo 5

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Para mala mía, ya era sábado. La semana había pasado más lento de lo común, haciéndome creer que nunca terminaría, ¿Y por qué? Bueno, porque realmente lo único que pude hacer durante toda la semana fue llorar como un niño pequeño y maldecir cualquier cosa que se me pasara por el camino, como cualquier otra semana de mi vida.

Miré al reloj colgado en la pequeña sala de estar para darme cuenta que llegaría tarde a la inoportuna cita con la chica de ojos gatos, así que me apresuré en terminar de alistarme y acomodar mi cabello, cosa no muy común en mí. Con el pelo dirigido hacia atrás, esta vez dejando ver por completo mi cara, con un pequeño doble que separaba el cabello hacia un lado. Esta vez tuve que descartar el uniforme por unos pantalones negros algo rayados en las rodillas, una camisa blanca con cuello de tortuga y mangas largas, con un cinturón de cuero negro marcando mi cintura, y claro, un abrigo para evitar morirme de hipotermia.

Salí del complejo a paso rápido, evitando una que otra mirada curiosa, ¿Estaban curiosos por mi atuendo o por mí? Le tengo que dar las gracias a Colette por mi gusto en la ropa, hasta hace unos años tenía un estilo terrible. Recuerdo que siempre que salía con Colette, era ella quién elegía que ponerme, siempre que me veía saliendo con algún atuendo elegido por mí, me detenía y me obligaba a cambiarme. Después de todo ella es gran amante de la moda, siempre pendiente de que resultaba lindo y que no, al menos en esto si sabía reconocer cuando algo no le convenía o daba un mal resultado.

Llegué más rápido de lo que pensé a la cafetería donde había quedado en encontrarme con la amiga de mi hermana. En cuento puse un pie en esta, pude ver a lo lejos la figura de aquella chica de cabello corto y liso. Me encaminé hacia ella con total confianza y me detuve cuando había alcanzado la mesa en la que estaba esperándome.

-¿Esperaste mucho?- Pregunté aún sin saludar y sentándome frente suyo. -Disculpa, me había quedado dormido- Me excuse con una sonrisa. No estaba nervioso en lo absoluto, cosa que la contraria sí parecía estar, y me enfoque en tratar de distraerme de mis pensamientos para concentrarme en las pequeñas acciones y gestos que hacía la chica.

- No te preocupes, acabo de venir- Primera mentira del día, realmente había llegado antes de la hora acordada, y yo por otra parte, me había atrasado treinta minutos.

La miré a la cara por unos segundos, segundos suficientes para poder darme cuenta del sonrojo presente en la castaña, para poder darme cuenta de su nuevo peinado y de cómo se había maquillado sutilmente el rostro. Se miraba linda.

Al pasar los minutos de silencio, entendí que, para ella era difícil comenzar con la conversación, así que decidí adelantarme a preguntar algo, cualquier cosa bastaría para aliviar la tensión de esa mesa.

-Entonceees, ¿cómo conociste a mi hermana?- le cuestioné mirando la taza que yacía sobre la mesa desde hace unos minutos.

-La conocozco desde hace años, por un pequeño trabajo de modelaje- una pequeña sonrisa nerviosa se hizo presente en su rostro -Ella era muy energética, al parecer, siempre fue así. Enseguida me contó de tí y tu obsesión por el café y quedarte dormido en todos lados.- esta vez río por lo bajo y con una de sus manos trataba de ocultar su risa, no entendía que parte de mí podía hacer reír así a alguien con sólo mencionar unas cuantas cosas.

-Si quieres reírte más de mí, también estoy sumamente obsesionado con los programas animados de televisión de América, aquellos que son para niños.- Eso no solía mencionarlo delante de las demás personas, las únicas que sabían sobre mis gustos en este tipo de series eran, Colette, Steven y Reid. Ahora que me acuerdo de él, debería intentar hablar con el último, solucionar todo, estuve enfocado solamente en Steven y lo dejé de lado. Él fue una de esas tantas personas que me hicieron sentir querido, o que me recordaron a cuando me sentía querido.

Mientras Intento OdiarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora