Capítulo 4

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1 Septiembre de 1916

Verdún Sur-Mer, Francia.

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Estar en este hospital es como si desbordara mi tiempo por otro lado, ya quiero salir, sentir la brisa del viento, sentir el frío de las tardes en el frente. Escuchar el compás melódico de los cañones y las corcheas de los disparos.

Lo único que puedo hacer es pensar y pensar, sólo pensar.

Bueno... pensé en todo el día la última vez que estuve en casa, antes de irme de casa.

Ya lucía mi uniforme, limpio y presentable, estaba en la estación de trenes de München, despidiéndome de todos mis familiares; estaba mi madre, mis hermanas mellizas, mi padre y Martina... abracé a cada uno de ellos, besé a mis hermanas en ambas mejillas y a mi madre en la frente, fuertemente. A mi padre solamente le estreché mi mano, me miraba fijamente a los ojos con la frente en alto representando su orgullo en mi.

Martina, era la última, caminé hasta donde ella, me atisbaba a los ojos con lágrimas cayendo por sus pómulos, elevé mis manos hasta su rostro apretando sus labios y con inmensa pasión la besé, no pude detenerme hasta que se escucha el silbido del ferrocarril, allí me detuve separando nuestros belfos mientras que la miraba limpiando sus lágrimas... la abracé consecutivamente muy fuerte para despedirme; fue la peor sensación que tuve en toda mi vida.

Me separé de ella, dando unos pasos en retroceso, mi vista gacha y triste por irme era sólo de ella, mi familia también soltando clamos de llanto abrazados entre sí, dí la media vuelta hasta la entrada del vagón de pasajeros, tomándome de la barandilla hasta subirme, el tren comenzaba a moverse, multitudes de personas alzaban sus manos despidiendo a todos los cadetes, mientras que estos salían de las ventanillas también despidiéndose de su hogar, el tren avanzaba, el clamor envuelta en lágrimas mientras se gritan mutuamente: ¡Adiós! ¡Adiós! ¡Te amo!

Me quedé en la entrada del vagón, tomado de las barandillas, no apartaba la mirada sobre mis seres queridos, aún entre tanto fragor, sentía cada vez más como me alejaba, y me alejaba y me alejaba.

Hasta que estábamos en las praderas, cruzando bosques, pueblecillos, puentes y otras ciudades, me desprendía de mi mismo, sentía como un vacío enorme en mí se apoderaba, como me hacía falta...

Aunque esté aquí, cada vez que mato me siento mas lejos de casa... me pregunto si a lo mejor he cambiado, si no me he olvidado de los buenos momentos.

Este lugar es melancolía y muerte.


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Como fuimos incorporados como un regimiento de la División de Landwehr's representando Múnich, en convoyes de camiones de redilas, tomados de las laterales, estaba lloviendo, aún recuerdo, era junio, cada vez que nos acercábamos los cañones rugen cada vez más vigorosos, en el horizonte pude observar como las colinas del humo, la pólvora y todo material bélico usado en el campo de batalla provocaba que las nubes ennegrecieran su tono hasta obstaculizar la luz, hacían mezcla con la lluvia y era similar a un baño de pólvora.

Al llegar detuvieron los camiones y nos ordenaron bajar de estos, al pisar suelo firme siento como mis botas se pegan en el limo, como se hunden, nos llevan nuestros superiores hasta el interior de las trincheras, fue como entrar a un mundo nuevo... las zanjas abiertas, divisiones interminables, pasadizos por doquier, parecía una auténtica vecindad, madrigueras cada 6 metros, los soldados que ya estaban allí, sus rostros cubiertos de complejos, sin expresión, inmundas sus caras de tierra y agua, parecían piratas de ultramar.

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