Capítulo 19

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Verdún Su-Mer, Francia

13 de Octubre de 1916

"Peter"

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- ¡Tanques!

En el horizonte se aproximaba un regimiento de blindados acompañados apoyados por infantería, en una gran carga. Nuestro radio operador recibe señal de la resistencia de nuestros camaradas en Fort Douoaumont en retirada y que muy probablemente toda la línea de Verdún caiga, quizás vamos a retroceder más allá del bosque de Argoña.

Los franceses cargados de valentía, gritan como bárbaros en un festín de bombas y granadas que les caían, los tanques llevaban la delantera, el mismo sacrificio que ellos hacían por recuperar terreno, lo hacíamos nosotros por mantenerlo.

No contábamos que mientras ellos asaltaban, también nos llovía acero, levantando el barro, tapando nuestras trincheras, nuestras cabezas pintaban de marrón. Al abrir el fuego, un ensordecedor canto de balas y artillería casi me dejan sordo, pero la adrenalina y la excitación era tal, que no podía sentir mi cuerpo.

- ¡Ese me apunto yo!

- ¡Jaja! ¡Uno más que cae!

- ¡Un paso menos para ir a casa!

Una sensación extraña, como una droga que desprendía el odio, el rencor. La brutalidad indecible, en una salvajada demencial, mientras caían como dardos nuestros enemigos, también las trombolas de cañones desde los tanques nos disparaban, el eco de sus ametralladoras sonaban como sierras mecánicas, con nuestras armas al rojo vivo, pude ver una explosión que desprendía de uno de los tanques, después acompañado de una gran llamarada y desde lo lejos allí, pude ver como sus tripulantes salían a duras penas, en fuego, corriendo por sus vidas, uno más caía a una charca cercana para apagarse, y pude ver a otro que salióse por la cabeza del tanque, en llamas también; pero en tranquilidad, aquella imágen del hombre saliendo, en llamas, caminando entre el tanque para después levantar su pistola y ser alcanzado por una salva de nuestros fusiles: cayó, aún encendido y ya muerto. Y como sus amigos le pasaban de largo.

- ¡Sigan disparando!

Mucha resistencia ofrecí y sobre las tempestades de acero y aunque las balas me rozaban en silbidos y cayeran mis amigos, seguí.

Los tanques franceses atravesaban la tierra de nadie, corrian hacia nosotros como fieras salvajes y aunque cayeran de montones algunos hasta a arrastras seguian avanzando.

Tuve que acribillar a un capitan que entro en nuestras trincheras; sin gorra, bañado en barro y su cara empapada de sangre seguidos de algunos que otros que estaban quebrando nuestras defensas y aun asi casi perdida la contienda les seguimos con gran sacrificio quitandoles muchas vidas.

Pero lo inevitable sucedió y sonaron las trompetas de retirada y todos huimos.
Nos disparaban a quemarropa por las espaldas y los que estaban perdidos en la ira y la adrenalina se quedaron batiendo cuerpo a cuerpo a todo enemigo que se metia en la zanja hasta perder la vida.

Uso de palas, bayonetas, piedras,troncos y todos a nuestro alcance. Una barbarie, una violencia demencial.

Esas bestias metalicas rugían y sus orugas aplastaban las alambradas, troncos, saltando agujeros y trincheras.

Nuestra artilleria tuvo que disparar a los tanques antes que la línea quebrara totalmente y los impactos caian sobre ellos, pero al mismo tiempo sobre nosotros.

Brazos, dedos, piernas y una cabeza por alla, mochilas y armas partidas por todos lados. Unos tantos caminaban como muertos vivientes por el campo en retirada.

Los de segunda linea de artilleria nos recibian a todos sean heridos o muertos, los médicos con dificultad transportaban a los heridos en camillas, muchos si quiera llegaron, incluso heridos cargaban a los heridos, un espectáculo dantesco.

Nunca habia sentido tanto miedo. Y alli estaba un camarada ofreciendo la mano para tomarla a la trinchera y antes de llegar a ella sentí un golpe en mi espalda que atravesaba mi pecho, senti mi cuerpo en calambres hasta caerme, pude sentir agua que quemaba el estómago, y me fui contra el suelo.

En otro agujero inundado.

Y todo se pinto de negro.

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