Capítulo 26

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12 de noviembre de 1916

Amiens, Francia.

Harneik

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La brisa fría y las hojas de otoño ya están terminando por caer, lo que fue un hospital en esta ciudad, ahora es un número mas, pero a resguardos tras líneas amigas.

Las heridas aún abiertas se pueden ver en los agujeros de los muros y en los hogares colapsados en ruinas, los coches restantes y el tranvía aun funcionan y nuestros soldados pasan a formar parte de la vida civil con los habitantes de Amiens, aún con vida, pero sufrida con los estragos de la guerra.

La antigüa iglesia por la Avenue Des Martels esta toda derrumbada del atrio y la torre principal sufrió daños superficiales pero notables. Voy todas las mañanas a rezar y de allí camino por sus jardines, sus adoquines ya forrados del naranja de las hojas.

La gente en bicicleta, por los andenes, abrigados y rostros cansados por todos lados, los soldados haciendo guardia en la entrada del hospital y las enfermeras venían y entraban.

Es duro ver a esta gente... ¿qué sentirán ellos? ¿qué pensarán de nosotros los alemanes? Demasiado fríos, intenté hablar con una pequeña niña cuando le devolví el caramelo que dejó caer e inmediatamente su madre le gritó que se devolviera.

Me rompe el corazón pero siento que están en su derecho. No quieren invasores en su tierra, pero quiero suponer que enmedio de esta tragedia exista un bien mayor para Alemania y para esta gente.

Aunque dentro del hospital aún huela la muerte, tiene unos bellos jardines en su patio trasero, por lo que tengo entendido, este edificio antes de ser un hospital, fue el palacio de un duque cuyo nombre he olvidado.

Al pasar por el atrio, que daba a enormes pasillos, estaban llenos de camillas, gritos y el hedor fétido. Al pasar por estas, pude ver una cara conocida. De un soldado.

Castaño oscuro, ojos azules. Pero no le di mayor importancia y entonces continué.

De vuelta al servicio.

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