Corazones Valientes.

Capítulo 14

24 de Septiembre de 1916

Verdun Sur-Mer, Francia

"Peter"

____________________________________________________________________________

Fatigados, cansados.

La artillería nos llovía por todas partes.

Hombres y hombres caen a nuestro alrededor.

El aliento de la lucha nos soplaba en la cara y nos estremecía un poco extraños.

Uniformes desgastados, rostros curtidos en la intemperie y casi encuadrados en grandes barbas, a pequeños grupos, repartidos por todas las zanjas, nuestros rostros cubiertos por costras de barro.

Retumbaron sordamente los cañones cerca de nosotros, como truenos, varios golpes seguidos; a la vez salían corriendo de todas partes soldados que se precipitaban hacia nuestras zanjas, lúcidos uniformes celestes, allí estaban los franceses, no sabíamos porqué, comenzamos a disparar.

Resonó sobre nosotros un aleteo, un crujido poco peculiar, que pronto quedó ahogado por el estruendo de una explosión.

Con asombro vi a los franceses que se agachaban mientras corrían, cual si un terrible peligro les amenazara.

En los horizontes los grupos negros, bultos de figuras humanas servían como juguetes para el tiro, cada uno, como se dejaban caer entre ellos de una manera tan real.

Charcos de sangre enrrojecían la tierra, cascos y correajes por todas partes.

A continuación un tiro aislado, cuyo sonido se extinguió a lo lejos; o una bengala luminosa, que ascendía siseando y que tras haber producido un resplandor breve y fantasmal, dejaba luego una oscuridad más espesa todavía. Tintineo monótono de los fusiles y de los útiles de zapa cobijaban el lugar completo, sin poder ver, disparábamos a la nada, el centello de los proyectiles luminosos y la lenta llamarada del fuego del fusil producen una excitación que mantiene despiertos de un modo extraño a los hombres.

Pasa en veces junto a nosotros, cantando frío y delgado, una bala disparada a ciegas, que se pierde a lo lejos. Tras esta primera ¡cuántas otras veces he ido caminando hasta la primera línea, atravesando paisajes muertos, en un estado de ánimo a medias melancólico y a medias excitado!

Tras pasar unas horas de avance, los franceses caen como dominó exparcidos por todo el campo, unos retorciéndose entre los muertos, heridos, los lamentos fantasmales de aquellos, combinaban con el tintineo de los fusiles una mezcla terrorífica de aquella noche.

Aterrados por el término de la batalla, no suscitamos al alivio, todos aquellos incidentes habían enfriado el poco entusiasmo que teníamos por volver a casa. Produjeron en mí un fuerte impacto demostrados por las numerosas alucinaciones auditivas que padecí, ese sobresalto que cualquier ruido súbito e inesperado provocado en nosotros fue algo que nos acompañó a lo largo de todo el conflicto. Ya fuere que pasara un tren junto a nosotros, o que cayese al suelo un libro, la muerte con su reloj de arena y guadaña.