Capítulo 1

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Verdún, Francia.

27 Agosto 1916


Abría los ojos lentamente, perdí la consciencia, intenté moverme y sentí un fuerte calambre en mi pecho, traté de mirar con atención y noté unas gazas que yacían cubriéndome el pecho, deshice mi borrosa vista y pude ver más claro, a mi alrededor, las camillas ocupadas por sus heridos, observé al techo, supe que era un hospital de campaña... ¿Qué había pasado? ¿Dónde está Wolfgang?


Entonces al intentar elevar mi pecho para sentarme llegó una enfermera cabello ondulado y castaña, tez blanca y ojos azules para detenerme, entonces ella se postró sobre mi y con ambas manos me empujó para llevarme acostado sobre la camilla nuevamente:


-Debes permanecer en camilla por lo menos una semana.


Entonces en ese instante preponderó en mi la impotencia, esas ganas de volver al frente y averiguar lo que había pasado, no recordaba mucho. La enfermera acomodaba las sábanas sobre mi cobijando en ellas, la miré con detenimiento:


-¿Cómo se llama usted?


Ella no respondió, sólo elevó una mirada fría hacia mí, lo que en ese momento supe que no debí hablarle, sólo respondió de forma cerril: -No se levante-.

A lo que elevó su espalda nuevamente y se marchó así como ella vino... que extraño ¿por qué se habrá comportado así conmigo? ella era un completo misterio, en lugar de espantarme del como me trató sólo captó mi atención, sin lugar a dudas no le dí si quiera importancia y recosté mi cabeza nuevamente mirando hacia el techo...


Seguía preguntándome: ¿Qué pasó? ¿Dónde está Wolfgang? ¿Qué habrá ocurrido?, entre ese lugar, sólo escuchaba lamentos, aún las ráfagas de las balas y la estruendosa artillería se escuchaba, muy por lejos, pero podía percibirla, los doctores corriendo, iban y venían, ni si quiera el suelo era salubre, estaba cubierto de lodo, lodo contagiado de tanta sangre que había inundado el lugar, el olfato era increíblemente fuerte, no pude dormir mucho.


Miraba a mis alrededores, algunos estaban peor que yo, el paciente de mi izquierda yacía amputado de la pierna derecha hasta la rodilla, aún tenía la herida abierta y su gaza empapaba de sangre goteando, se la tenían que cambiar cada hora de cualquier otra forma podría morir del desangre, el que estaba a mi derecha, era mudo, tenía una gaza envuelta en su frente, esta también empapada de sangre. Los mosquitos, somos presa de esos insectos, miraba hacia abajo, donde el suelo donde yacía un charco de vino que tenía unos días allí, repleto de mosquitos, todos chupando a su vez, criando huevecillos, convivían con las larvas, siempre habían tiradas vendas empapadas de linfa en todas partes, tenía que apartarme los zancudos de estos a cada rato y siempre tenía piquetes por todos lados, algunos pacientes no mueren por sus heridas, sino por la fiebre tifus que estos animales contagiaban, ya no sabía si el hospital era peor que el frente, apenas podían limpiarlo.


Los doctores tampoco llevaban sus operaciones muy higiénicas, muchas veces por no contagiar a otros pacientes con guantes, usan las manos libres enjuagadas con las aguas quien sabe si estaban o no contaminadas y así trataban cada herido, sin anestesia, muchas veces los heridos de gravedad los dejaban abandonados y a los que se recuperaban los trataban primero para enviarlos de nuevo al frente como sea posible, mucho mejor así, podré volver nuevamente a buscar a Wolfgang.


Mi unidad, mis compañeros, mi familia.


Aquella luz que alumbra en la tierra de nadie.



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