Capítulo 2

66 8 0
                                    

Sus mejillas estaban rojas, conteniendo las lágrimas mientras Ame peinaba delicadamente su cabello en aquellas dos trenzas, acariciando sus hombros.

—Señorita, no llore— Trato de consolar— Ya está en casa, yo cuidare de usted.

—No quiero bajar, Ame-san— Susurro, abrazándose a la cintura de la mujer adulta.

Ame la miro con cariño y tristeza. Aún veía aquella pequeña niña de rostro pálido, sonrojado por las lágrimas y sus rodillas rotas por estar corriendo por el jardín.

Su madre la retaba, su padre la ignoraba y ella curaba cada herida que ella se hacía o cada tristeza que ella padecía.

Había consolado a la joven desde que tenía 5 años de edad, llegando hasta sus 15 años y a pesar de tener la oportunidad de irse a otro trabajo y viajar por el mundo, un amor incondicional nació de ella para cuidar de Anaya el tiempo que fuera necesario en aquella estricta casa.

—Prepararé waffles con tu helado favorito— Menciono Ame, acariciando sus cabellos.

Anaya se apartó ligeramente de ella para sonreírle —¿Puedes dormir conmigo? —Pregunto, mirando a la único persona que estaba con ella.

—Si, señorita— Susurro tranquilamente— Le comentaré a sus padres lo que sucedió para que vean esa situación.

—No… por favor... no digas nada...

—Pero señorita…

—No... intentaré solucionarlo por mí misma— Se puso de pie, tomando la perilla de la puerta en sus manos—No quiero que ellos sepan nada de lo que ocurre.

*_*_*_*

Tenía la vista fija en el suelo, escuchando atentamente todo lo que decía su madre luego de haber bajado a la sala para saludarlos, preguntándoles como había ido el viaje, pero todo fue anulado por otros temas.

La mayoría era de universidades, carreras a las que podía optar y también los países de intercambio a los cuales podía ir si sus calificaciones seguían siendo perfectas como hasta ahora.

Su padre la había observado con más atención, notando que se había cortado el pelo y sus uñas, que comía con frecuencia, estaban más largas.

—Pagaré un salón para que arregles tus uñas mensualmente— Dijo Tadashi.

Su padre era un hombre japonés de cabello negro y los ojos del mismo color, de textura blanca y alto, llegando al 1,85 de altura.

Anaya asintió sin objetar y su madre, de cabellos cafés y ojos color miel, seguía con el listado de cosas que debía hacer al pie de la letra.

Ayane era una prestigiosa abogada, reconocida y muy exigente, además, ser su hija era un peso extra a todo lo que debía hacer y aparentar.

—¿Cómo estuvo tu primer día de clases? —Pregunto Ayane, mirando a su hija— ¿Elegiste un club?

—Quiero unirme a uno de dibujo…

—No, uno de deporte estaría bien. Debes cuidar tu dieta y tu imagen— Dijo su madre, mirándola fijamente.

—Deja que se una— Hablo Tadashi— Ahora... ¿Cómo estuvo tu día?

Anaya levantó la mirada, sonriendo levemente.

—Bien, estoy en la clase 2… me llevo bien con mis maestros... todo está bien— Susurro tranquila.

—Puedes retirarte — Hablo Ayane sería— Debo hablar con tu padre.

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora