Capitulo 5

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Bajo las escaleras ya lista, con su uniforme negro pulcramente planchado por Ame mientras su cabello iba totalmente suelto, sujetándolo con un cintillo de color negro.

Paso directamente a la mesa, viendo a sus padres ya desayunar, manteniendo un ambiente tenso, teniendo papeles sobre la mesa y sus respectivos computadores.

Ambos no se habían hablado desde la conversación de ayer sobre el amigo de Anaya, prolongando el enojo en ambos. Tomo asiento en silencio, comenzando a tomar su desayuno.

Leche blanca y cereal era lo que había pedido la noche anterior, alzando su vista para ver a Ame quién le sonrió, sirviéndole más café a la dueña de casa.

—Anaya debe iniciar sus clases de alemán e inglés cuanto antes, debemos organizar mejor sus tiempos en la tarde para que tome otro taller— Dijo Ayane, tomando un sorbo de la taza humeante.

Las responsabilidades de su hija debían cumplirse, sí o sí.

—Las clases de matemática las hará en casa— Su padre le dio una rápida mirada y volvió su vista a la pantalla— Debes esforzarte en tener las mejores notas y ser la número 1.

La ojiverde desayuno en completo silencio, sintiendo náuseas de todas las cosas que debía hacer apenas comenzara el día.

No quería más clases extras más que las de la escuela, con eso le bastaba, pero sus padres, jamás escucharían.

Validaba y agradecía que su padre fuera comprensivo con su nueva amistad, pero respecto a las obligaciones, era tan estricto como su madre.

—Yo… con permiso-Dejo la mitad del desayuno, colocándose de pie— Me iré a clases, nos vemos en la tarde, madre, padre— Hizo una reverencia.

No hubo respuesta, acomodando la silla para tomar su bolso y caminar hacia la entrada. Ame tomo su mano, sonriéndole.

—Que te vaya muy bien hoy-Sonrió— Te estaré esperando.

—Gracias, Ame-san.

Ame abrió la puerta de la casa y Madara ya esperaba por ella, bajándose para abrirle la puerta.

—Buenos días, señorita Anaya— Saludo tranquilo, mirando a la chica.

—Buen día Madara-san - Entro al auto, cerrando la puerta con cuidado.

Apoyo su brazo contra la ventana, mirando el paisaje, pasar con rapidez, enfrentándose a otra semana de escuela.

—¿Todo bien? —Pregunto Marada, mirándola por el retrovisor.

—Mis padres quieren añadir más clases de las que tengo y yo… yo no quiero tener más… estoy cansada.

—¿No puede decirle, señorita? Son sus padres, deberían saber que es mucha responsabilidad y carga para usted.

—No, no tengo permitido hacer eso.

—Pero usted es la mejor, lo puede hacer, Ánimo.

—¿Tú crees?-Se animó a preguntar— Será una carga más y si lo hago…

—Tal vez tenga más presión, pero es algo que sé qué hará bien, señorita.

—Gracias.

Una sonrisa tranquila se dibujó en su rostro, andando el resto del camino en silencio. Madara estaciono el auto y antes de poder bajarse, Anaya ya había abierto la puerta, acercándose a su ventana.

—Por favor Madara-san, deja que yo me baje— Sonrió— Nos vemos en casa.

—Bien... cuando cambie de opinión, puede pedirme que vaya por usted cuando desee y donde me necesite.

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