Capitulo 10

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Sus pulmones se llenaron de aire nuevamente, jadeando por la precipitada carrera que dio junto a Hanma, alejándose completamente del estacionamiento.

El ojiambar la observo, viendo sus manos aún
tomadas.

—Eres pésima en los deportes— Molesto, soltándola suavemente— ¿Morirás?

—Nunca... había corrido... tanto— Trato de regularizar su respiración, mirando hacia atrás— Pero... no debí hacer eso... Madara-san...

—Si no debiste— Sonrió— Estás a punto de desplomarte.

—Hanma...— Hizo un puchero— No te burles de mi...

—Lo hago... ¿Nunca arrancaste de casa? —Comenzó a caminar, siendo seguido por la ojiverde.

—No... mamá me prohibió correr porque decía que podía caer y ensuciarme-Comento simple, colocándose a su lado.

—Qué terrible infancia— Musito, mirándola de lado.

—Yo... no lo sentía así... pero no es algo que me guste hablar...

—Es porque no tienes recuerdos de algún momento bueno que quieras recordar— Miro su mano vacía y sin preguntar, volvió a tomarla.

Anaya se sorprendió, sonrojándose para desviar la mirada hacia un lado, evitándolo por completo.

—Debes llamar a Madara-san— Recordó, soltando una carcajada— Para la próxima, uno no da explicaciones cuando se está arrancando.

—Lo tendré en cuenta... —Metió su mano al bolsillo, sacando su celular.

“Llámeme cuando termine”

Sonrió al ver el mensaje de Madara, guardándolo nuevamente en su bolsillo.

—Y dime... ¿Por qué corrimos hasta este punto?

—Nada en especial— Saco un cigarrillo, encendiéndolo— Vamos, tomemos otro helado y luego te regreso a tu casa.

—¿Podemos hablar del trabajo?

—Aburrida— Le saco la lengua, girándose para comenzar a caminar.

Anaya miró maravillada las variedades de copas de helados y postres, tardando en decidir qué comer o probar.

—Pídelos todos— Soluciono Hanma con una sonrisa— El dinero no es un problema.

—¿Qué? —Bajo la carta, mirándolo a los ojos— Son muchos y yo... no podría comerlos todos...

—¿Entonces?— Pregunto, enarcando una ceja-¿Qué solución das?

—Mmm...

Hanma sonrió de medio lado al ver como el sonrojo cubría nuevamente las mejillas de la joven, desviando la mirada a algún punto muerto para no verlo.

Estaba nerviosa, apretando sus manos con nerviosismo.

—Podemos...— Volvió su vista a Hanma quien la miro fijamente.

Aquellos ojos ambar sentía que la atravesaban— Podemos venir hasta que los... probemos todos...

—Ja! —Bebió del vaso de agua y respondió— Pero no siempre saldremos así.

—Sí... saldremos de manera normal...

—Bien, decide ahora que pedirás.

Anaya asintió, llamando a la joven que los atendería.

Un waffle con helado y miel y una frondosa copa de helado fue lo que ordenaron.

Hanma no agradeció la comida cuando llego, comenzando a comer, sin esperar a la ojiverde que aún miraba todo con sorpresa.

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora