Capitulo 4

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Su mirada estaba fija en la balanza, marcando los 52 kilos exactos y la sonrisa de su madre sé amplío en su rostro.

Mantener su peso ideal era una condición que siempre había preocupado a su madre, desarrollando cierto complejo por comer de más.

Estaba en su chequeo mensual, recibiendo los exámenes de un mes atrás y todo estaba en orden.

Su médico, a cargo desde que tenía memoria, le dio la mano, dando una pequeña reverencia cuando ambas se retiraron.

-Bien, ahora queda ir por tu nueva ropa y luego eres libre de ir o no al salón para hacer tus uñas- Su madre alzo el iPhone, dando un ticket de todas las cosas que llevaban echas y apenas eran las 1 del día.

Anaya asintió, acomodando su cabello detrás de su oreja.

La ojiverde vestía un short de color negro y una polera blanca con cuello uve mientras un bolsito cruzaba su cuerpo, llevando objetos personales, a su lado, Ayane vestía elegante, con una blusa de color vino y un pantalón ajustado de color negro y zapatos de tacón.

Ayane destacaba por su profesionalismo y elegancia para vestir.

-¿Hay algo que quieras en particular? - Presiono el piso subterráneo en el ascensor, fijando su mirada en su hija- Puedes probar con colores más sobrios.

-Sobrios estarán bien- Dijo simple, desviando la mirada.

-¿Hay algo que te moleste? No has hablado en toda la mañana.

-Todo está bien... luego de la ropa... si iré al salón y también... ¿Crees que puedo regresar sola de clases?

-¿Por qué quieres eso?-Pregunto, caminando en dirección hacia la camioneta blanca.

-Madara-san puede ir a dejarme, pero... me gustaría caminar de regreso a casa... no es mucho lo que salgo y...

Su madre abrió la camioneta, esperando que Anaya subiera y también lo hizo, colocándose el cinturón de seguridad.

-Tienes máximo hasta las 6 para regresar a casa. Ame supervisará que cumplas esa regla.

Encendió el auto, comenzando a salir del estacionamiento del recinto médico, conduciendo en dirección hacia las tiendas.

Sintió una ligera felicidad de que le dijeran que sí a algo, aunque fuera condicionado, pero aquello, le permitiría algo más de libertad.

Luego de dos horas comprando y eligiendo ropa, finalmente su madre la había dejado en el centro de la ciudad, completamente libre y sola.

Suspiro, caminando tranquilamente por las calles hasta llegar a una heladería que le gustaba, pidiendo un helado en vaso de tres leches.

Tomo asiento en una de las bancas y admiro los árboles y a la gente pasear, finalmente podría estar tranquila.

-Pensaba que las chicas, como tú, no salían de casa un finde semana- La voz de Hanma detrás de ella, la sobresalto, girándose para solo ver como se sentaba y pegaba su espalda con la de ella.

-Lamento decepcionarte- Respondió en voz baja, dejando de comer su helado- ¿Quieres?

-Seguro.

Anaya alzó el vasito y Hanma se lo quito, comenzando a comer.

-Y dime... ¿Qué haces por aquí? - Se animó a preguntar, cargándose más en la espalda de él.

-Nada. Solo evito estar en mi casa.

-Ya veo.

Hubo un silencio entre ambos, sintiendo el viento mecer los árboles.

Hanma podría quedarse un día entero en aquel lugar, sintiendo una paz que no recordaba de años.

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora