Capítulo 8

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Sus ojos se posaron en el perfecto almuerzo que Ame le había preparado en la mañana, dudando de si comerlo o dejarlo intacto después de la ardua labor de ella. Dejo descansar su espalda contra la pared, sentada en el suelo de aquella desolada sala de música, decidió romper el arte de su ama de llaves y comenzó a comer.

Aquel primer día de semana, Hanma no había aparecido en todo el periodo de la mañana, preguntándose si estaba bien o no de sus heridas.

Izanami y su grupo, tampoco se le habían acercado, preocupándole por tal cambio de actitud tan repentino.

El almuerzo transcurrió tranquilo, sacandola de sus pensamientos el timbre del celular, viendo que se trataba de Madara.

—Madara...— Dijo tranquila, esperando respuesta del otro lado.

—Señorita Anaya, necesito comunicarle que hoy no podre ir por usted, sus padres me han encargado unos papeleos y aún me encuentro realizándolos...

—Bien... no te preocupes… nos vemos en casa para cenar ¿Sí?

—Por supuesto, discúlpeme señorita, trataré que no vuelva a ocurrir.

—Cuídate...

Corto la llamada, recibiendo la misma respuesta por parte del pelinegro. Arreglo y empaco las cosas del almuerzo.

Volvería sola, pareciéndole una buena idea luego de no haber tenido contacto con nadie.

*_*_*_*

Camino tranquilamente por las calles, concentrada en todo tipo de tiendas hasta que se quedó en una de dulces, viendo las preciosas tartas y tortas que habían, decidiéndose por comprar la próxima vez que pasara por aquel lugar.

Siguió su camino mirando hacia el frente para luego volver su vista, chocando con la espalda de alguien.

—Lo siento... yo no iba prestando atención— Se apresuró a disculparse, levantando la mirada.

Aquel tipo bestia un extraño uniforme, mirándola de arriba abajo para mostrar una gran sonrisa.

Sus demás compañeros se giraron, observando a la ojiverde la cual comenzó a retroceder.

—Espera... no te vayas tan rápido— La tomo del brazo, tirándola bruscamente hacia él— Puedes chocar otra vez conmigo con esa cara de muñeca.

—Yo... — Bajo la mirada, apretando sus labios, sin saber qué decir.

—Vamos, llevémosla con Osanai, de seguro se divertirá un rato con ella —Interfirió otro sujeto, tomándola también del brazo— No hagas nada que nos pueda alterar.

Anaya abrió los ojos, mirando fijamente la navaja que él le mostró, asintiendo por inercia mientras un escalofrío recorría su cuerpo.

*_*_*_*

El lugar lúgubre y con olor a cigarrillo fue lo que la recibió, siendo empujada violentamente contra el suelo, quedándose allí mientras abrazaba su mochila.

Al frente de ella, se encontraba un sujeto mayor a los cuales la habían traído, teniendo una presencia pesada.

—Veo que han traído un bocadillo para su líder, que considerados— La sonrisa morbosa del rubio hizo temblar a la ojiverde, bajando su mirada.

—Osanai es nuestro único líder y es por eso que le trajimos un regalo, ¿Cierto muchachos?

Los gritos y abucheos hicieron que el rubio se levantantara, tomando a la ojiverde del mentón, alzando su rostro para verla.

InviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora