Edward ponía atención a las palabras de Julieta, esta le enseñaba cómo se nombraba cada objeto dentro de la casa y para qué servían, o al menos los más raros para él.
El conocimiento que comenzaba a acumular del nuevo mundo lo satisfacía, nunca se había emocionado tanto con aprender cosas nuevas.
El conocimiento es poder, o eso dicen.
Si Julieta dejaba pasar algo por alto, él le preguntaba al respecto, no podía quedarse sin saber. Quería aprender todo de esta época. Ya sabía que estaba en el siglo XXI, año 2018; se aprendió los meses, los días de la semana y cómo decir la hora observando un reloj, tanto de pulsera como de pared; asimiló que comer carne no le hacía daño y que desayunar dos manzanas maduras tampoco, de hecho, consumir alimentos de color rojo, eran el sustituto perfecto para la sangre que ya no podía beber.
Julieta le enseñó cómo combinar la ropa a la hora de vestir, cómo atarse los cordones de los zapatos, a peinarse e incluso a cepillarse los dientes y masticar un chicle con sabor a fresa para disimular su aliento. Aunque la chica no sabía que el aliento fétido que le sintió el día anterior era por los años que llevaba dormido sin asearse, y que este había desaparecido después de Edward alimentarse y lavarse la boca. Sin embargo él no se opuso a mascar el chicle, porque le era extrañamente sensacional sentir una cosa gomosa y elástica entre sus muelas y dientes, aunque no pudiese distinguir su sabor, porque el único que conocía, era el de la sangre.
En su recorrido por toda la vivienda terminaron en el gran salón de la casa, donde había una escalera que conducía a la segunda planta, a los cuartos. Edward se detuvo frente a un enorme cuadro que colgaba en una de las paredes del salón, en él había un dibujo de un hombre joven, de cabellera blanca y ojos rojos, vestía una armadura y portada una espada, sosteniendo su empuñadura con la mano derecha, mientras el resto de esta descansaba en su regazo. Aquel hombre se encontraba sentado en un sillón de apariencia cadavérica, al fondo se podían ver algunos candelabros con velas encendidas y de detrás del sillón parecían expandirse unas enormes alas de murciélago.
—¿Te gusta? —le preguntó Julieta al verlo observar con detenimiento el cuadro que había comprado hacía algunos meses.
—¿Quién es?
—Él: es Alucard, un vampiro así como tú. La diferencia es que él es ficticio y tú real.
—¿Ficticio?
—Sí, la serie anime donde él aparece es mi favorita: Castlevania. Otro día te la pondré para que la veas —paseó una mano por el borde inferior del marco en la pared—. Los humanos hemos creado muchas cosas sobre tu raza: películas, series, dibujos y hasta hemos escrito libros; mis favoritos son "Las crónicas vampíricas" de Anne Rice.
—Veo que te gusta mucho la lectura, pues admiro que hallas descifrado lo que escribí en mi diario.
—Oh Edward, a mí me encantan los libros y el poder que tienen para echar a volar la imaginación. Ah —se alejó de él y se sentó en un largo mueble color champán que había en medio del salón—, si con tu comentario estás insinuando que te cuente cómo entendí tu letra puedes olvidarlo. Recuerda que tú aún no me has contado ni la cuarta teoría sobre el origen de los vampiros, ni por qué me llamas "Bruja Escarlata", por qué afirmas que yo te desperté de tu letargo centenario y, en fin, que como dijiste no sé nada sobre ti.
—Julieta... —se giró para verla.
—No he terminado Edward —le apuntó con el dedo indicador de su mano derecha—. Ahora tengo una nueva duda: ¿por qué si te da asco la sangre casi te babeas al sentir la de Gabriel a metros de ti?
—Julieta —colocó las manos en los bolsillos del pantalón y caminó hacia la chica—, la verdad es que no quiero contarte nada sobre eso, no aún.
—¿Por qué? —preguntó viéndolo sentarse en un mueble pequeño frente a ella, del mismo color y diseño que el más grande, donde se hallaba sentada.
—Porque todo está relacionado; el porqué te llamo así, por qué me despertaste, la razón por la cual la sangre de Gabriel me atrae y me aterra y, la teoría sobre mi origen. Contártelo —se dejó caer suavemente al espaldar del mueble—, significaría rememorar lo que marcó mi pasado, mi presente y mi futuro.
—No entiendo lo último pero...
—Por favor, prometo decirte todo en otra ocasión. Y te alerto, prepárate, porque sé que no te va a gustar en lo más mínimo todo lo que en el momento adecuado, voy a revelarte.
—Edward —se levantó y fue hacia él, colocó las piernas a ambos lados de la cintura del vampiro y tomó su rostro entre sus manos—, tu voz sonó tan triste que ya no quiero seguir indagando en el tema. La mirada apagada de tus ojos me dice también que no es una bonita historia lo que tienes que contarme, así que no te preocupes, como dije, no preguntaré más —le besó la frente—. Cuando estés listo, avísame.
—Gracias.
Ambos se quedaron en silencio, compartiendo miradas; pero aún así parecían seguir comunicándose, como si él le dijera «Estoy herido» y ella le respondiera «Yo te sanaré», hasta que un tun-tun desesperado en la puerta los interrumpiera.
—¿Y ahora quién será? —preguntó molesta, cuando tenía buenos momentos con Edward algo se interponía.
—Es Gabriel, y parece muy agitado.
—Edward como me gustaría tener tu sentido del olfato y del oído para situaciones así —se quitó de encima de este y se dirigió rápidamente a la sala de su casa—. ¡Ya va, ya va! —exclamó por los fuertes golpes que seguían resonando en su puerta.
—¡Julieta! —se escuchó desde afuera.
La chica abrió la puerta, Gabriel entró como ráfaga y a paso veloz fue hasta la puerta que se ubicaba a la izquierda de la entrada de la cocina-comedor, la abrió esperando encontrar algo; sin embargo, el olor fuerte a sangre que sintió ayer había desaparecido. Entró al local, encendió las luces y tampoco vio rastros de sangre, todo estaba limpio y brillante.
—Maldita sea —susurró y al darse la vuelta Julieta y Edward estaba parados en la entrada de la puerta, mirándolo con extrañesa.
—Gabriel, ¿me puedes explicar qué está pasando?
Gabriel obvió la pregunta de Julieta, sacó una de las FN Five-seveN que tenía ocultas en su cintura, debajo de la camisa mangas largas que vestía, entre el pantalón y la espalda, y apuntó con ella a Edward.
—Dime, tú quién demonios eres.
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Noche de bodas #PGP2024 [EN PAUSA]
Художественная проза«Érase una vez...», no, es mejor no empezar así; esto no será un cuento de hadas, donde todos vivieron felices y comieron perdices, porque esos cuentos no se hacen realidad. Son las pesadillas, esas historias que se reproducen en la mente como las e...