—Hola, ¿necesitas ayuda? —preguntó a la persona que caminaba a unos pocos metros por delante.
El callejón por el que andaban, lleno de basura, algunos gatos hambrientos y fetidez, estaba sumido en una leve oscuridad, solo alumbrando de vez en cuando por el bombillo intermitente de un bar clandestino, que existía en esa zona.
—¡Oye!, pregunté si necesitabas ayuda —insistió.
La persona que caminaba delante negó con la cabeza y apresuró el paso; pero de pronto sintió que alguien le agarró por un brazo y que su cuerpo fue girado con brusquedad, hasta quedar pegado a la pared.
—Hola hola, ¿qué haces cerca de este bar sin compañía mn? —acercó su nariz al cuello de la persona que tenía aprisionada—. Dime, ¿quieres que te ayude con algo? —preguntó relamiéndose los labios, con la mirada lasciva.
—Sí —respondió, soltando un risita socarrona—, la verdad es que necesito ayuda.
—Dime, hago lo que sea por ti.
—¿De verdad? —rió de manera divertida—. Verás, yo tengo mucha hambre, ¿será que tú, podrás saciar esta avidez que siento? —preguntó, entre tanto la otra persona se doblaba hacia delante; algo duro y metálico le había penetrado el abdomen—. Qué bien huele ese líquido que fluye en ti —acercó sus labios al cuello del contrario—, ¿me dejarías probarlo?, quiero saber a qué sabe.
Aquella persona, asustada, con ganas de salir corriendo de allí, sintió que otra vez algo metálico y duro le perforó el abdomen, y otra vez... y otra vez... y otra vez...
Sin fuerzas en sus piernas, cayó de rodillas al suelo; su boca abierta trataba de tomar aire y sus ojos, desesperados, suplicaban misericordia.
—Oh no no no —negó con la cabeza, luego chasqueó la lengua un par de veces, inclinándose hacia la persona arrodillada—, no te mueras aún, que tienes que ayudarme —se acuchilló para mirarle a los ojos, llorosos y suplicantes—. Tú te ofreciste a ayudarme, no me vengas conque ahora quieres echarte para atrás —agarró su cabello y lo estiró con fuerza, para acercar el rostro de la otra persona al suyo—. Odio a las personas como tú, son un asco —sonrió, dejando ver entre sus dientes unos afilados colmillos—; pero ya no importa, me las arreglaré como pueda, mientras tú: te vas al infierno.
~•●•~
Sentado en uno de los escalones que conducen a la puerta de entrada de la casa de Julieta, Gabriel esperaba impaciente. Eran ya las 10:50 de la noche y no había señales ni de Julieta, ni de Edward.
A pesar de que estaba allí porque lo habían invitado a cenar, la principal razón era porque quería hacerles muchas preguntas; su celular, con la pantalla desbloqueada en una de sus manos, mostraba la foto de aquel periódico viejo que vio en su ordenador en la mañana. Los pensamientos en su cabeza daban muchas vueltas, y el rostro de Edward aparecía repetidamente.
—¿Dónde diablos estarán los dos a estas horas de la noche?
El tono de una llamada entrante lo hizo dar un pequeño brinco. Miró la pantalla de su celular y vio que se trataba de Julián.
—¿Qué querrá? Es raro que me llame tan tarde —dio click en la palabra «aceptar» y se colocó el teléfono en el oído derecho—. Dime Julián.
—Gabriel, alístate, me acaban de informar que ha habido otro asesinato —dijo Julián, desde el otro lado de la línea.
—¡¿Qué?! —Gabriel se levantó de un salto—. ¿Dónde ocurrió?
—En el callejón 9 de la calle Paradise —contestó Julián, mientras se escuchaban algunas sirenas acercándose a donde este se encontraba.
—Voy inmediatamente para allá —colgó la llamada, se echó el móvil en un bolsillo del pantalón y corrió a su casa, para sacar su auto—. Volviste a aparecer eh, maldito asesino serial —apretó los puños—. Disfruta mientras puedas, porque cuando te atrape, haré que te pudras de por vida tras las rejas.
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Noche de bodas #PGP2024 [EN PAUSA]
Ficción General«Érase una vez...», no, es mejor no empezar así; esto no será un cuento de hadas, donde todos vivieron felices y comieron perdices, porque esos cuentos no se hacen realidad. Son las pesadillas, esas historias que se reproducen en la mente como las e...