29/7/2018
Un tun-tun se escuchó en la puerta de la casa de Julieta, al abrirse, unos ojos marrones y otros azules se encontraron.
—Buenos días Julieta.
—Buenos días Gabriel.
—¿Puedo pasar?
—Adelante —se apartó para que el chico pasara, luego de este hacerlo cerró la puerta—. Edward... está en la habitación que era de mi padre.
Gabriel se paralizó, y un escalofrío le subió por toda la espina dorsal, sentía que una mirada asesina se le clavaba en la espalda, tragó saliva con dificultad y se giró lentamente hacia Julieta.
—Oh, jajajaja —esbozó una amplia sonrisa—. Anoche me dijo que vendrías a verlo, te espera en su habitación. Iré a hacer un jugo para llevarles —dejó a Gabriel en la sala y se fue a la cocina.
—¿Esa sensación que tuve, acaso fueron ideas mías?
Se rascó detrás de la cabeza y luego se dirigió hasta el dormitorio de Edward, al llegar la puerta se encontraba entreabierta y vio, a través del pequeño espacio que esta le dejaba para inspeccionar la habitación, a un cuerpo en su total desnudez, de espaldas, cintura estrecha y cabello hacia un lado, dejando al descubierto su hombro derecho.
Aquella era una vista pintoresca, sensual y atrevida. Gabriel se remontó en la noche anterior, en aquel beso atropellado y en la cabeza de su tortuguita, saliendo del caparazón.
«¿Pero en qué diablos estoy pensando», se preguntó a lo interno; pero los ojos, indisciplinados e incapaces de cumplir una orden del cerebro de «no mirar», volvieron a su descarada aventura por el blanquecino y desnudo cuerpo de Edward. El cerebro, no tuvo más remedio que dejarse llevar por las buenas vistas.
—Gabriel, deja de hacer que piense cosas que no serás capaz de cumplir —dijo, girándose hacia el detective.
Gabriel apartó la vista.
—Vístete, tenemos que hablar.
—Buenos días para ti también —comentó abriendo el armario.
—Buen día —saludó y entró a la habitación.
Edward se puso un bóxer de color negro, luego un pantalón de traje de color gris, una camisa blanca, una corbata negra y encima un jersey marrón extra grueso. Posteriormente se sentó en la cama y sacó unas botas azabache que habían debajo, se colocó las medias que tenían dentro y luego las botas.
—¿Vas a salir o algo? —preguntó Gabriel algo desconcertado por la vestimenta de Edward, solo había ido a conversar y este se vestía elegante.
—Vamos, porque tú vienes conmigo —contestó—. Es mejor que hablemos en otro sitio.
—¿Se van tan pronto? —preguntó Julieta, recostándose al borde derecho del marco de la puerta, con la mano izquierda detrás de la espalda y la otra apoyada en la pared, escondida también de la vista de Edward, quien se levantó con rapidez de la cama y se acercó a Gabriel.
—Eso parece —expresó el detective, dándole la espalda a Edward y el frente a Julieta—. Tengo algo muy serio que hablar con tu prometido, de hombre a hombre.
Julieta soltó una risita traviesa, mientras sus ojos y los de Edward se conectaban y hablaban, combatían.
—Oh ya veo. Edward, piensa rápido —dijo y le tiró una manzana que tenía escondida detrás de la espalda.
Edward atrapó la fruta y miró a Julieta sorprendido. Ella estaba jugando con él, con su cabeza; eso le frustraba pero a la chica le divertía. Además, después de lo que pasó entre los dos la noche anterior, no había vuelta atrás, ambos lo sabían...
«Uno de los tres, tiene que morir».
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Noche de bodas #PGP2024 [EN PAUSA]
Ficción General«Érase una vez...», no, es mejor no empezar así; esto no será un cuento de hadas, donde todos vivieron felices y comieron perdices, porque esos cuentos no se hacen realidad. Son las pesadillas, esas historias que se reproducen en la mente como las e...