CAPITULO 18

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-¿Dónde está Elena?- Pregunto apenas entro a la cocina

-Te recuerdo que al igual que a ti yo también sufro de la ley del hielo- Fátima le arrojo el trapo de la cocina molesta- toda la semana ha desayunado con su madre y regresa con un montón de comida en torpes, los guarda en el refri y aunque los lavo ya me dejo una nota que no toque sus cosas-

-Hablare con ella, no puede ser grosera contigo-

-Solo déjala, está molesta, y tiene razón, todos aquí le metimos desde el inicio por tu culpa, se debe sentir muy sola, incluso a Rosita la hizo a un lado, se la pasa llore y llore la chamaca-

-No entiendo como puede ser tan rejega, intente comprarle algo bonito, tu sabes, un vestido o algo así, y la caja sigue intacta donde la deje

-¿De nuevo te saco del cuarto?- negó

-Aun duerme conmigo pero se duerme antes de que llegue y se levanta primero que yo- apenas si he cruzado dos palabras-miro hacia la cochera- ¿Oye pero como ha ido a su casa?

-A pie, todos los días se va a pie y su hermano la trae, a ese paso va a volver a perder peso, y eso me preocupa con su entrenamiento- Tadeo se revolvió el cabello frustrado

-No puedo con ella Nana, de verdad, es demasiado rencorosa, orgullosa a muerte, además tiene palabra de oro maldita sea... me siento como un maldito chivo amarrado de pies y manos-

-pues con esos pelos que traes en la barba pareces... aun no sacas a Fátima del pueblo-

-Ya le dije al arrendador que no pagare más su estancia y también corte sus tarjetas, en realidad creo que olvide que se las di, soy un pendejo-

-Elena sabe que sigue en el pueblo, se escabulle en tu oficina-

-Si ya se, es una listilla-

-¿Qué harás si gana el cheque de las vegas? Seguro que con eso cubre más de la mitad de lo que le prestaste a la familia, digo, porque supongo que también hará cuentas con las ganancias que ya recibiste- se sentó a su lado

-¿Trabajaste mucho con Gaby cierto?- la miro de reojo

-El que los cuide no quiere decir que sea tonta-

-Espero que para ese entonces estemos en paz de nuevo-

-¿y si se va?- lo vio negar nervioso

Eso era algo en lo que no quería pensar, las posibilidades de perderlas crecían cada día, ya casi no hablaban y pocas veces la veía, ¿Cómo podía perderla en su propia casa? Eliseo hablo con él, le pidió que por favor tuviera paciencia, de alguna manera comenzaba a detestar el carácter de su amigo, parecía siempre más preocupado por todo lo que con la herradura tenía que ver que con su propia hermana.

Pero también era cierto que nadie le conocía mejor que él, por eso le pedía casi como suplica que intentara entender a Elena, porque ella no estaba hecha para alguien como Tadeo, para alguien que nunca creyó ver comprometido con una sola mujer. Solo quería que su hermana no volviera a perder nada más, pero parecía que siempre terminaba perdiendo algo.

Aquella noche de principios de septiembre miro a su alrededor, Elena no estaba, en seguida se puso alerta, la busco por la habitación sin éxito, no estaba su móvil. Camino por la oscuridad sin éxito, no la encontró por ningún lado, corrió a los establos, el caballo no estaba, eran las tres de la mañana y no estaba por ningún lado, sus manos comenzaron a temblar. ¿A dónde podría ir?

Intento llamarla, pero tenía días que su lo tenía bloqueado así que no sirvió de mucho, miro su móvil, y entonces lo entendió era tres de septiembre, el cumpleaños de su padre. Manejo hasta el cementerio, afuera vio al caballo amarrado entre la entrada y la reja. La verdad era que entrar a un panteón en medio de la noche no era su actividad nocturna favorita, ni si quiera quería pasar, le temblaban las manos de miedo.

La HerraduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora