CAPITULO 23

1.9K 156 3
                                    


Tadeo no espero regresar solo a la hacienda, y mucho menos actuar como un loco aquella noche, no tenía cara para volver a mirar a Elena, no importaba cuanto luchara por ella, no lograba entenderla. Pasaba horas del día deseando regresar el tiempo atrás, tomar su mano y ver el futuro con ella a su lado como lo hacía ahora mismo.

Elena fue una mujer como pocas, y a pesar de ser la basura que era lo amo, lo amo por ser Tadeo Del Rio, lo amo conociendo lo bueno y lo malo de su persona, de su pasado y de su familia. Incluso ahora, sabía que le seguía amando, lo sintió esa noche, no puedes mirar así a alguien por quien no sientes nada, pero claro, eso no fue suficiente para él. Y por esa razón estaba solo de nuevo.

Fabiola lo rondaba como un buitre a un cadáver, fingiendo preocupación y dando pasos seguros, Tadeo estaba en la cuerda floja, porque prefería mil veces saber que le dejaba por alguien más, que saber que le dejaba porque la persona que ahora mismo era no le llenaba el alma como debería, no era capaz de tomar sus sueños, estaba asustado y a cada paso se sentía más pequeño a su lado.

No era capaz de pararse y ver como los demás le miraban, no importaba que ella le mirara solo a él, no era capaz, deseaba serlo, quería poder ponerse a su lado solo para sentir su brillo, pero los celos, el ego y su propio pasado le impedían quedarse de esa manera mientras su nombre sonaba en aquellos alta voces y él apenas si era nadie.

Temía lo peor, temía tener que renunciar a Elena y vivir con el sueño de "lo que pudo ser" en sus labios. Lucrecia se lo dijo días atrás "Te entregue a mi hija en charola de plata, deseando que todo lo bueno y lo malo que ha pasado por nuestras vidas terminara en amor, pero tú la soltaste al primer intento, no supiste si su vida continuaba o si se ahogaba en su propio dolor. Y cuando descubriste su amor, cuando la viste levantarse con sus propias manos, en ese momento la amaste, pero no supiste como enfrentar su poder, y ahora aquí estas, rogándome un milagro que yo ya te concedí"

A Lucrecia le dolía mucho la distancia de su hija, vio la final con su hijo y verla brillar fue todo lo que su padre siempre espero de ella. se sintió serena, quizá eso era lo correcto, claro que la extrañaba y tanto ella como Eliseo se sentían rotos por dentro al saberla lejana, pero al verla, al saber todo lo que hizo por obtener aquella libertad, en realidad le debían más de lo que podían añorarla.

-¡ELENA HIJA!- Lucrecia corrió a ella al verla asomar la cabeza en la cocina- mi niña hermosa, mi princesa- la apretó emocionada besando su frente y sus mejillas- ¿Por qué no dijiste que vendrías, debí hacerte algo rico de comer, mi niña, mírate, estas tan bonita- y haciéndola girar noto como ahora su cuerpo tenia forma de ello, ya no estaba flacucha ni tenía los ojos siempre enrojecidos, ahora sus ojos brillaban con aquellas pestañas enormes y toda la maraña de cabello cayendo por su cuerpo desordenado, su piel brillaba y era un tanto más morena que antes, era ella, en una mejor versión...

-Si te lo decía no sería sorpresa- beso su frente- quería venir a casa antes de la final del PBR que será en noviembre, además invitaron a JB a la feria de Laredo, así que me anime a venir-

-Al fin conoceremos a ese hombre tan encantador- su madre sonrió emocionada

-Pues no esperes mucho, es muy serio, él se quedó en la ciudad, no le gusta molestar, en realidad supongo que le molesta un poco la gente- se sentó mordiendo un pedazo de fruta que su madre picaba- pero vamos mami, cuéntame ¿Cómo está todo aquí?-

-No te preocupes por este lugar hija, ahora todo está en orden- acaricio su mano con una sonrisa llena de melancolía

-¿Y mi hermano?- retomo el tema alejándose de aquella conversación que no deseaba tener

La HerraduraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora