𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 1 - 𝑻𝒆𝒏𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒒𝒖𝒆 𝒉𝒂𝒄𝒆𝒓𝒍𝒐𝒔 𝒗𝒐𝒍𝒗𝒆𝒓

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Claire se tenía por una mujer fuerte, osada, decidida, curtida en numerosos conflictos, gran parte de ellos bioterroristas. Pero allí estaba, llorando deshecha en brazos del hombre que la arropaba sereno y con paciencia, cuya amistad, tan importante para ella, creía haber perdido hacía tantos años, ya.

Buscó la figura de su hermano entre lágrimas y vio que, tal y como ella estaba en brazos de Leon, él sostenía a Jill con mirada estoica y en absoluto silencio.

Admirada e indignada, se preguntó qué hacía falta para conmover el corazón de ambos hombres, quienes bien podrían haber estado presenciando un acto oficial cualquiera, en vez de un funeral. Aún no podía creerlo: Moira Burton había muerto trágicamente con tan sólo veintisiete años: su amiga, la hija de Barry, con quien Chris tanta amistad había tenido y a quien Jill apreciaba, y conocida de Leon, quien la había protegido en un par de ocasiones anteriores desde que entró a formar parte de TerraSave.

El ataúd descendió lentamente hasta el fondo del foso, y sintió una claustrofobia agónica en el pecho, como si fuese ella quien se hallaba encerrada dentro debatiéndose contra la crueldad del infortunio que había matado a su amiga, a su compañera, a su hermana.

Cuando la tierra se precipitó a paladas sobre el atisbo de irrealidad que la había mantenido medianamente serena, su corazón naufragó por completo sumiendo a su cuerpo en una debacle total. Tan sólo el firme abrazo de Leon fue el faro que impidió que colapsara amarrándola a la cordura. La pegó a su pecho sin darle opción a negarse, y el latido estoico y cadencioso de su corazón ató su mente a la vida de nuevo. Seguía habiendo por lo que vivir, le recordó inquebrantable.

Para ella, todo acabó como había empezado: en una nube de surrealismo.

—¿Estás bien? —escuchó la voz de Leon, quien la miraba a la expectativa.

Ahí estaba él: vestido con un traje y corbata negros sobre una camisa blanca, mirándola sin juzgarla, tan sólo esperando una clara respuesta para seguir haciendo su vida como si nada hubiera pasado. Su hermano se plantó al lado del rubio y lo miró con camaradería.

Ella no pudo evitar sonreír con ironía: ambos parecían los guardaespaldas de la difunta, a quien ya no hacían falta.

—Deberías quedarte con Jill, al menos por esta noche —Leon la sacó de su ensimismamiento al afirmar mirándola suspicaz.

—Sí, es lo mejor, deberías hacerlo —Chris se sumó convencido a aquella afirmación—. Yo mañana tendré que marcharme, y tú no estás como para quedarte sola. Y, por lo que veo, Jill tampoco; os haréis compañía —opinó convencido.

La castaña lo miró incrédula. Ella misma se había visto obligada a pedir unos días de baja por el trauma que le había causado la muerte de Moira. Sin embargo, él se mostraba como si no le hubiese afectado en absoluto.

—No pudimos salvarla: ni Leon, ni tú, ni yo pudimos hacerlo —acusó a los dos hombres con rabia.

Ellos le devolvieron miradas indiferentes.

—Estas cosas pasan a veces, Jill, a estas alturas deberías saberlo —Chris objetó tristemente negando con la cabeza.

—¡Pero ella no era cualquier persona! ¡Era la hija de Barry! —dejó claro mirándolo indignada.

—Barry también está muerto —le recordó con frialdad.

—¡Y lo dices así, tan campante, como si nada te importara! —le reprochó furiosa.

Alzó la mano para estampar en el rostro del capitán una bofetada cargada de ira y frustración, que él habría aguantado sin inmutarse, pero Leon la cogió por la muñeca obligándola a detenerse.

▌│█║▌║▌║ AQUELLO QUE PERDIMOS ║▌║▌║█│▌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora