𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 21 - 𝑺𝒆 𝒂𝒄𝒂𝒃ó 𝒆𝒍 𝒆𝒇𝒆𝒄𝒕𝒐 𝒔𝒐𝒓𝒑𝒓𝒆𝒔𝒂

199 24 3
                                    


El equipo se acercó a la mina como sombras al acecho. Era un día frío, oscuro y lluvioso, que cubría los corazones con una pátina de desesperanza muy difícil de combatir. Habían dejado los vehículos ocultos a una distancia suficiente como para que no pudieran ser detectados; y si aun así pudiesen serlo, Ingrid se estaba encargando de darles cobertura a través de los satélites.

Corriendo tras Jill, Claire se ocultó detrás de una enorme roca muy cercana a su destino. Sabía que no era momento para mostrar debilidad. Así que, cuando la costilla que aún no había curado del todo le dolió con una leve molestia, reprimió las lágrimas que asomaron a sus ojos al recordar los vendajes expertos y cuidadosos que Leon le había practicado en aquella solitaria cabaña, cuando todavía ambos no se habían confesado su amor abiertamente. No era momento para la nostalgia.

«Fingiré entregarme», Ada había propuesto con muy buen criterio; «y cuando estén concentrados en mí, los cogeréis por sorpresa». Ese era el plan para desmantelar la garita de control de accesos.

Vio a la mercenaria plantarse en la boca de la cueva abiertamente, y a Pierce, quien se ocultaba tras otra de las rocas que ocultaban la oquedad, inhabilitó las comunicaciones del centro de control para que quienes estaban de guardia no pudiesen dar parte de su supuesta captura. Ella entró tranquilamente, con pasos seguros y serenos, y solo cuando dos hombres la encañonaron con sus enormes rifles, alzó sonriente los brazos.

—Vamos, Mayhow —dijo al hombre bajo y corpulento que se acercó a ella en actitud amenazadora—. Tu jefe me tiene bien cogida. Por su culpa nadie quiere darme trabajo. Y una chica tiene sus necesidades, ya sabes... —Hola, Hastyngs —saludó a su alto y moreno compañero, mucho más desconfiado.

Le dedicó una sonrisa pícara y el hombre sonrió mirándola burlón.

—Querías ser más lista que Sandler, ¿eh? Te habrías ahorrado toda esta mierda si antes me hubieras preguntado —Mayhow le aseguró condescendiente—. Este tipo es un condenado genio del mal —dijo con cierta admiración—. Ahora, ya veremos lo que te espera. Todo lo que tiene de inteligente, lo tiene de rencoroso —concluyó mirándola apenado.

—Bueno... Jugaré mis cartas, a ver qué pasa —ella afirmó despreocupada.

—Hastyngs, avisa al laboratorio para que autorice el traslado de este paquete —pidió a su compañero, quien se acercó en silencio al panel de comunicaciones.

—Cuervo uno a águila central —el hombre solicitó de inmediato.

Tan sólo se escuchó una estática de fondo, pero ninguna respuesta.

—¿Águila central? Pedimos autorización para el traslado de la víbora negra —insistió creyendo que aquella información les proporcionaría permiso de inmediato.

No se oyó nada en absoluto y ambos hombres se miraron desconcertados, pues jamás habían fallado las comunicaciones en aquellas instalaciones, por muy enterradas que estuvieran. Jake se había deslizado hasta la garita sin ser visto, y cuando Hastygs quiso darse cuenta de que todo no era más que una burda trampa, cayó al suelo con el cuello roto. Por su parte, Ada desnucó a Mayhow de una patada brutal en la cabeza.

—Me gusta tu estilo —la mercenaria dijo al pelirrojo, quien la miró con frialdad.

—No esperarías que les de oportunidad de recuperarse para que pongan a todo dios en alerta y nos corten la retirada —respondió con obviedad—. Cuando hay que salvar, se salva; pero cuando hay que matar, se mata. Así de sencillo.

—No sé si todos tus compañeros piensan igual —opinó con burla.

A una señal de Jake, el resto del grupo se precipitó dentro de la gruta, y al ver a los dos cadáveres, pasaron ante ellos sin más.

▌│█║▌║▌║ AQUELLO QUE PERDIMOS ║▌║▌║█│▌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora