Claire creía que se había levantado muy pronto, nada más despuntar el alba, pero cuando salió de su cuarto y no encontró a nadie en la casa, se dio cuenta de que lo había hecho tarde comparada con Leon. Un ruido fuerte, seco y cadencioso despertó su curiosidad; provenía del exterior.
Cogió una pequeña manta que había en un sofá, pues a aquellas horas tan tempranas hacía frío, se arropó y salió. Aquello que vio la dejó sin palabras: a la luz del alba, Leon, vestido tan sólo con una camiseta de manga corta, unos vaqueros y unas zapatillas, se dedicaba a partir troncos por la mitad con un hacha, que ponía en vertical sobre un enorme tocón para partir de un solo golpe certero.
Uno tras otro, los desafortunados troncos caían frente a él pero no se daba por satisfecho y continuaba sin parar. Hubo un momento en que se detuvo y clavó el hacha en el tocón, tan sólo para hacer unos estiramientos con los hombros destinados a liberar tensión, que a ella le hicieron contener la respiración. Jamás había visto a un hombre más perfecto, atractivo y deseable que él. ¿Cuándo había desarrollado aquellos músculos de infarto?, se preguntó con infinito deseo. Desde luego, en Raccoon, aunque ya era un hombre espectacular, estaba muy lejos de ser el hombre perfecto que ahora tenía ante sus ojos.
Estaba sometiendo a su cuerpo a un esfuerzo muy exigente, y se notaba. Sin embargo, él continuaba cortando los troncos con golpes secos, brutales y precisos, como si cada uno de ellos tuviera un rostro al que castigar.
Caminó despacio hacia él para hacerse notar. Sabía que era consciente de que estaba allí, pero había continuado con su trabajo, pertinaz. Se dejó llevar por aquellos impulsos primitivos que sentía, por aquel amor que se había desatado sin posibilidad de ser ocultado otra vez, se situó detrás de él y, con manos suaves, levantó la camiseta masculina. Sintiendo de inmediato su espalda fornida, comenzó a masajearla de un modo lento, experto y sensual.
Satisfecha, sintió cómo él exhalaba con fuerza dejando de masacrar a los troncos. Sus manos impregnadas de su sudor ascendieron por su columna firmes, lentas e implacables, hasta llegar a su cuello, al que se dedicó por completo haciéndolo sentir relajado.
—Ten piedad de los pobres troncos —le susurró sin darse cuenta de que la manta había caído a sus pies.
Él se giró lentamente para dedicarle una mirada al acecho; la abrazó por la cintura, posesivo.
—¿Por qué? Se lo merecen —afirmó, mordaz.
—¿A quién estabas golpeando? —preguntó curiosa.
Un destello de dolor atravesó la mirada masculina, pero él se negó a responder.
—Quiero ver más —ella pidió, pero su voz sonaba a orden.
—¿Más, de qué? —preguntó curioso.
—Quiero ver más de ti, de tu cuerpo; quiero verlo todo —pidió clavando en sus ojos una mirada exigente.
—¿Por qué ahora? —preguntó; ambos sabían perfectamente a qué él se refería.
—Porque te necesito —susurró sintiéndose perdida en sus brazos.
—¿Para qué, me necesitas?
—¿Acaso eso alguna vez te ha importado tratándose de mujeres? —preguntó sin pensar.
Su corazón se sintió atravesado brutalmente por la daga en que los ojos masculinos se habían convertido. Del mismo modo en que había sido abrazada, dejó de serlo, y él se marchó de regreso a la casa dejándola a solas bajo el frío del alba. Su piel conservaba el calor de aquellas manos que la habían poseído haciéndola sentir importante. Y se sintió vacía, abandonada.
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▌│█║▌║▌║ AQUELLO QUE PERDIMOS ║▌║▌║█│▌
Fanfiction𝑬𝒍 𝒇𝒖𝒏𝒆𝒓𝒂𝒍 𝒅𝒆 𝑴𝒐𝒊𝒓𝒂 𝑩𝒖𝒓𝒕𝒐𝒏 𝒉𝒂𝒄𝒆 𝒗𝒆𝒓 𝒂 𝑱𝒊𝒍𝒍 𝑽𝒂𝒍𝒆𝒏𝒕𝒊𝒏𝒆 𝒚 𝒂 𝑪𝒍𝒂𝒊𝒓𝒆 𝑹𝒆𝒅𝒇𝒊𝒆𝒍𝒅 𝒒𝒖𝒆 𝒍𝒐𝒔 𝒉𝒐𝒎𝒃𝒓𝒆𝒔 𝒅𝒆 𝒔𝒖𝒔 𝒗𝒊𝒅𝒂𝒔, 𝒂𝒒𝒖𝒆𝒍𝒍𝒐𝒔 𝒂 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒏𝒆𝒔 𝒔𝒊𝒆𝒎𝒑𝒓𝒆 𝒉𝒂𝒏 𝒒𝒖𝒆�...