𝑪𝒂𝒑í𝒕𝒖𝒍𝒐 19 - 𝑨𝒚𝒖𝒅𝒂 𝒊𝒏𝒅𝒆𝒔𝒆𝒂𝒅𝒂

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Jake se había autoproclamado director de operaciones de un modo oficioso, tan solo porque era quien, de todos ellos, se mostraba más entero. Los demás, a pesar de tratarse de agentes de élite totalmente entrenados para cualquier contingencia, tenían el corazón demasiado implicado en los últimos sucesos como para pensar con la frialdad suficiente.

Frustrado, salió de la cocina donde la mayoría del equipo se hallaba reunido y fue en busca de Sherry, su pareja. La encontró ante la puerta de una habitación donde Claire, de pie como una estatua, llevaba más de una hora mirando sin ver a través de la ventana. Abrazó a la rubia por la cintura y pegó su espalda a su pecho.

—No se mueve, no dice absolutamente nada —Sherry murmuró angustiada nada más sentir su contacto.

—Mejor. Que se agote, y cuando caiga rendida de cansancio, la llevaré a una puñetera cama donde por fin podrá descansar —opinó molesto—. Yo aprecio a Leon y a Chris tanto como tú. Bueno, no como tú —se corrigió de inmediato al ver cómo ella se revolvía para mirarlo con reproche—. Pero si no descansamos, no vamos a ser capaces de mover un puñetero dedo por ellos. ¿Entendido? ¿Es que ninguno podéis entender eso? —preguntó exasperado.

—No podremos descansar hasta que hayamos trazado un plan firme mediante el que rescatarlos —la rubia aseguró mirándolo fijamente.

—¡Pero eso puede tardar días! ¡Joder! ¡Nevada es condenadamente grande! —le gritó perdiendo la paciencia—. Hasta que hayamos obtenido una pista fiable que seguir, puede haber pasado más de una semana. ¿En serio pretendéis estar hechos mierda para entonces?

—No tardaremos, si conseguimos la ayuda de Ada Wong —la voz de Claire se hizo notar fríamente cogiéndolos por sorpresa—. Ella nos habló sobre las antiguas minas de oro que Robert Sandler está haciendo servir para sus macabros experimentos bioterroristas; sabe perfectamente dónde están —aseguró clavando en ambos una mirada resuelta.

—No sé si recuerdas que la habéis encerrado en la prisión más segura de todo este puñetero país —él le hizo notar—. Lo más normal en estos casos, es que pierda el culo por ayudar a Leon y a tu hermano —añadió con sarcasmo.

—Los ayudará, yo sé que lo hará —dejó claro sin hacer caso de ninguno de sus argumentos tan sólidos—. ¿Los demás siguen reunidos? —preguntó a ambos mostrando una serenidad preocupante.

—A Jill le ha dado una especie de ataque brutal de ansiedad, y le hemos tenido que administrar un fuerte sedante para que no nos acabe partiendo la cara, o se la tengamos que partir nosotros —el pelirrojo informó, molesto—. A parte de eso, todos los demás siguen donde tú los has dejado.

—Perfecto. Voy a hablar con ellos. Luego descansaremos todo lo que sea estrictamente necesario y pondremos el plan en marcha.

—¿Pero qué cojones de plan? —él protestó incrédulo.

Claire caminó hasta la pareja, se plantó resuelta ante ambos y aseguró mirando a Jake fijamente: Leon y mi hermano regresarán sanos y salvos, o yo me iré con ellos. Habiendo dicho todo lo que tenía que decir, pasó ante ambos dejándolos con un palmo de narices.

Los dos se miraron atónitos y no tuvieron más remedio que seguirla.

La bella pelirroja entró en la cocina ante las miradas sorprendidas y aliviadas de todos los presentes y se plantó con firmeza ante ellos.

—Patrick: es imprescindible que pidas un último favor al presidente Kendall por Leon —pidió al moreno, quien de inmediato le prestó toda su atención—. ¿Crees que será posible?

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