Yo no tener miedo

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Después de la conversación con Tania, Crismaylin procedió a cancelar su boleto aéreo. Se inmergió en la búsqueda de información acerca de Gabriel, y en efecto, constató que su nombre figuraba en diversos registros históricos, no solo dentro del país, sino también en naciones extranjeras. Aunque intentó cotejar los datos, algunos resultaron confusos. Para su sorpresa, descubrió que él había colaborado en varios proyectos para su firma.

Al llegar a Alemania, se dedicó a impartir clases y a llevar a cabo investigaciones en el campo de las ciencias políticas. Conforme el dolor comenzó a ceder de forma ligera, dirigió su atención hacia algunas indagaciones arqueológicas. En retrospectiva, se dio cuenta de que nunca había tenido que someterse a concursos, a diferencia de algunos de sus colegas que habían tenido que competir para obtener puestas vacantes. Ese conocimiento la llenó de rabia, ya que siempre había permanecido bajo el control y la vigilancia de ese sádico despreciable.

Pensó que, al abandonar su país, dejaría atrás todos los tormentos. Solo se llevó consigo el recuerdo de su único amor. Gastó considerables sumas de dinero en eliminar las cicatrices de su cuello; no deseaba tener nada que le recordara lo que había vivido aquel entonces.

Sentía un profundo rencor mientras sus manos empezaban a temblar, pero se impuso la tarea de no llorar. No permitiría que ese recuerdo malévolo ganara poder para destruirla. Llegó a la deducción de que sus fundaciones, empresas y extensiones de tierra eran resultados de las manipulaciones que él efectuaba en el tejido del tiempo; no por casualidad se había convertido en uno de los hombres más acaudalados e influyentes del mundo.

Había tomado su decisión: regresaría por Turey. Tan solo rezaba al creador para no encontrarse jamás con Gabriel, pues desconocía hasta donde podía llegar su capacidad destructiva.

 Tan solo rezaba al creador para no encontrarse jamás con Gabriel, pues desconocía hasta donde podía llegar su capacidad destructiva

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Cris aguardó a que las puertas del ascensor se deslizaran, ajustando su vestido de cuero negro de un solo hombro con esmero. Mientras el ascensor avanzaba, su reflejo en el espejo capturó su sorprendente transformación, dejándola perpleja por el impacto visual que había logrado. Como si hubiera encarnado a alguien completamente diferente. Durante su juventud, evitaba el maquillaje, pero con el tiempo comprendió que tenía la habilidad de emplearlo, encontrando un placer genuino en ello.

La música retumbaba con intensidad en el pasillo, anticipando la vibrante atmósfera del lugar. Tras confirmar el número del apartamento, estaba a punto de llamar, pero la puerta se abrió de súbito. Un hombre de apariencia robusta le esbozó una sonrisa y le hizo un gesto de asentimiento para que entrara. Al entrar el umbral, un penetrante aroma a drogas inundó sus sentidos.

Dentro, la gente se movía de manera seductora y provocativa, ajena a la misión suicida de la viajera. Empujándose entre la multitud, Cris buscaba a Vicente. Su plan, aunque aparentemente sencillo, albergaba una complejidad subyacente. Sabía que no sería muy astuto de su parte expresar lo que había venido a hacer. "Hola, vine a recoger los objetos. Adiós" era la idea, aunque cuestionaba la viabilidad de eso.

Atrapada en el tiempo : Ecos de amor taínoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora